Al cine hay que ir virgen. Cuanto menos se sepa de la película en cuestión, mejor para el espectador. A menudo cometemos varios errores: leer críticas, buscar las puntuaciones otorgadas por portales webs especializados, indagar en la filmografía del director y de los actores, ver el tráiler hasta la saciedad, preguntar a los amigos,… Nos sentamos ante la gran pantalla con la mochila repleta de recelos y presunciones.
Las críticas son muy necesarias, sí, pero conviene leerlas a posteriori. Es enriquecedor e, incluso divertido, comparar lo que uno piensa sobre lo que acaba de contemplar con lo que en su día vio en el pase de prensa aquella persona con muchos más conocimientos, mucho más bagaje cinematográfico y, por supuesto, muchos más prejuicios. Tan solo un ejemplo. En la pieza recientemente publicada en un conocido diario digital, podemos comprobar que se tacha a Bohemian Rhapsody de ser “formulario y convencional”, y unas líneas más abajo se le reprocha que la acción termina en 1985, y no llega hasta 1991, fecha de la muerte de Freddie Mercury, algo que hubiésemos visto en la mayor parte de los biopics al uso. ¿En qué quedamos? Y continúa: “no alcanza los objetivos”. ¿Cuáles eran esos objetivos? ¿Los productores han mencionado lo que el film pretendía, dejando aparte la rentabilidad económica?
[Sumario]
Bohemian Rhapsody no es una obra maestra, pero sí una muy buena película, con unas excelentes interpretaciones. Cuando lean estos días que es un film para fanáticos de Queen, ignórenlo. No es cierto. Los jóvenes que no conozcan nada anterior a Pearl Jam disfrutarán tanto como aquellos otros que se juntaban en casa de algún amigo para escuchar discos de los Beatles hace cincuenta años. Sin embargo, sí hay algo que la pone en valor respecto a otras obras cuyo eje central es la música: la duración y la calidad de su clímax. Los últimos veinticinco minutos son apoteósicos y, ahí sí, a los seguidores de la banda les costará trabajo quedarse quietos en la butaca.
Con la mente desnuda, sin intoxicaciones. Así se debe acudir a ver una película, y más si gira en torno a la vida de un personaje tan conocido, y controvertido, como Freddie Mercury. Porque, en definitiva, la mejor crítica, y la más fiable, es la que hacemos nosotros mismos. Aunque nadie la lea.