“El entrenador no puede ser el amigo de los jugadores”. Jupp Heynckes pronunció esta frase hace más de veinte años en una rueda de prensa, durante su primera etapa en el Athletic Club. Como no podía ser de otra manera, el técnico alemán fue muy criticado por la opinión pública. Hoy en día hubiese sido lapidado en las redes sociales. Sin embargo, si se profundiza un poco en el análisis, se llega a la conclusión de que cuando el míster crea vínculos afectivos con sus chicos, se endeuda con ellos. Y el futbolista de élite es egoísta. No perdona y sí olvida.
La selección de Lopetegui ha fracasado en Rusia. Sí, a pesar de su destitución, el grupo era el elegido por Julen. Un grupo agotado, en el que los nombres han pesado más que los estados de forma, una lista de 23 en la que no han tenido cabida un sustituto de Busquets ni un especialista en el juego aéreo. Los partidos amistosos previos al mundial dejaron claro que el equipo no estaba bien. En un alarde de sinceridad poco común entre los futbolistas, así lo confirmó Iago Aspas. Como este conjunto de presuntas estrellas no sabe encajar las críticas, el gallego recibió la correspondiente reprimenda. De los once hombres que jugaron ante Portugal, siete ya habían estado en la derrota por goleada frente a Holanda en 2014. La banda de los intocables.
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En la última década solo Luis Aragonés se atrevió a hacer borrón y cuenta nueva. Se cargó a los pesos pesados del vestuario después del mundial 2006, lo que le supuso un enfrentamiento con la prensa. Los líderes de aquella selección, Xavi Hernández, Casillas y Puyol, le apoyaron contra viento y marea. En 2008, la Roja ganó el europeo jugando el mejor fútbol que se ha visto en este siglo. Posteriormente, Vicente Del Bosque recibió una magnífica herencia que administró bien durante cuatro años. Pero no supo regenerar a tiempo un activo que ya estaba más que amortizado. Fue agradecido y repartió premios, convocó una y otra vez a los jugadores que le hicieron campeón, y así cavó su fosa.
¿Y ahora qué? El nuevo seleccionador debe comerse un marrón de enormes dimensiones. El camino va a ser largo y pedregoso. La opinión pública exige grandes gestas sin tener en cuenta que el peso específico del futbolista español en los grandes equipos europeos es prácticamente nulo. En el Barcelona, Messi, Suárez, Rakitic y Coutinho son los que deciden; en el Atlético, Griezmann, Costa y Godín; en el Madrid, Cristiano, Bale, Kroos y Modric. Solo Sergio Ramos muestra la capacidad de liderazgo necesaria en toda escuadra. Por cierto, el camero ya ha manifestado que estará en Qatar 2022, “aunque sea con barba blanca”. Ahí radica uno de los grandes males de la selección en los últimos años: hay jugadores que se creen que tienen el puesto en propiedad.
La mejor promesa de la actualidad se llama Abel Ruiz. Pertenece al F.C. Barcelona, tiene dieciocho años, juega de delantero centro, y ha sido internacional en todas las categorías. Un entrenador tan conservador como Valverde, ¿le dará minutos o se pasará la temporada en el filial? Decía el exseleccionador Lopetegui que “el estilo es innegociable”. Quizá ha llegado el momento de cambiar la hoja de ruta. Xavi Hernández solo ha habido uno y probablemente sea irrepetible un director de orquesta con un talento tan descomunal. Rubiales necesita a alguien que no tenga miedo de apostar por savia nueva, un tipo valiente que tenga los bemoles de llevar a cabo la regeneración. Como la que hizo el sabio de Hortaleza.