Se estima que durante la Guerra Civil y la posterior Dictadura desaparecieron en torno a 114 personas en todo el territorio español. Desafortunadamente, 80 años después, no se ha podido recuperar o identificar más que un pequeño porcentaje de estas víctimas: en los últimos quince años se han recuperado aproximadamente los restos de unas 9 víctimas, de unas 700 fosas comunes (se estima que hay unas 2).
Con el transcurso de todos esos años, y el consecuente deterioro de las muestras, los métodos convencionales no son suficientemente discriminatorios para identificar los restos de todas estas personas. Los análisis genéticos, sin embargo, son una herramienta eficiente para la identificación de estas víctimas.
El grupo de investigación de la UPV/EHU BIOMICs lleva diez años intentando identificar a estas personas desaparecidas, mediante el estudio genético de muestras óseas y dentales de restos exhumados de diferentes fosas de la Guerra Civil y la posterior Dictadura y la comparación con el ADN de familiares.
"Una vez obtenido el ADN de los restos exhumados, estudiamos unos marcadores genéticos concretos, dependiendo del tipo de relación de parentesco que queremos estudiar", explica Miriam Baeta, investigadora de BIOMICs.
El objetivo de los análisis genéticos es obtener el perfil de los restos o la suficiente información para poder cotejarlos con los perfiles de sus familiares o de la base de datos del banco de ADN de familiares desaparecidos, o en su caso, para guardarlos en la base de datos a la espera de más perfiles de familiares.
Cada caso es diferente porque "por ejemplo, si queremos estudiar por vía paterna, estudiamos el cromosoma Y; sin embargo, la vía materna la estudiamos mediante el ADN mitocondrial", añade Baeta.
Marcadores más pequeños
La investigadora pone de manifiesto la complejidad que tiene el trabajo de identificación, "porque estamos hablando de ADN post mortem, que a menudo llega muy degradado y no conseguimos obtener el perfil genético completo. La identificación o coincidencia es más fácil de probar cuantos más marcadores se estudien. Además, en muchos casos no contamos con los miembros familiares adecuados, en el sentido de que ya no existen familiares lo suficientemente cercanos o los marcadores que conseguimos no se pueden cotejar con las muestras de ADN de los familiares", añade Baeta.
Miriam Baeta hace hincapié en la importancia del banco de ADN de familiares, "para que en futuras exhumaciones se puedan hacer más comparaciones".
Asimismo, Baeta se muestra optimista, porque "gracias al avance de las tecnologías cada vez podemos estudiar marcadores más pequeños, que tienen más probabilidad de éxito en el análisis, porque al ser más pequeños sobrevivirán a la degradación".
En los diez años que el grupo lleva trabajando en este campo, son muchos los avances que han conseguido en la optimización del sistema de identificación: "Entre otros, hemos optimizado los sistemas de extracción de ADN, así como distintos pasos a lo largo del proceso con el objetivo de obtener perfiles que sean informativos. Siempre intentamos ir mejorando todas las partes", explica.
Concretamente, el último avance propuesto por el grupo "permite estudiar fragmentos más pequeños de ADN mitocondrial. Esta técnica nos permite hacer un primer cribado para descartar de forma coste-efectiva posibles relaciones por vía materna; es decir, podemos discriminar de una forma más sencilla el parentesco por vía materna: sólo si hay coincidencia en esta primera fase, habría que aplicar después las metodologías que se vienen usando hasta ahora para analizar el ADN mitocondrial", continua.
"En general, obtenemos perfiles de la mayoría de los restos esqueléticos, pero no tenemos a los familiares adecuados con los que comparar", se lamenta la investigadora.