No se me ocurre quién más podía avisar del temporal de nieve, desde el jueves; aviso alto y claro para el fin de semana, con más de 48 horas en el caso de la alerta roja en Navarra y La Rioja; con avisos más que avisados en Castilla y León, Asturias; hasta en Granada!
Los avisos estaban emitidos hacia los receptivos y los que tienen sentido común; para el resto, es harto difícil avisar de nada, a pesar de estar conectados a redes y saber que en invierno hay frío, muchas veces, nieve y, nieves en invierno, en zonas que desde pibe se sabe que nieva, si se ha estudiado geografía, indistintamente de donde se haya nacido.
En invierno, si se ha de viajar, por imperativo, qué menos que llevar un móvil con batería, un coche con gasolina, unas prendas de vestir aptas y algo de beber y comer… y si se viaja con niños: más precauciones.
Avisado estaba hasta el gato del temporal, tan avisados como de llevar el cinturón de seguridad durante el viaje, de hacer el stop y el ceda el paso, de poner los intermitentes, de no arrojar colillas (ni nada) por las ventanillas. ¿Avisados? Sí. Con presupuesto millonarios que salen del bolsillo de todos, para que unos pocos, que parecen ser los de siempre, se vengan a la razón. Pero, la razón está en un territorio lejano, desconocido e inhóspito para algunos.
Y, mientras, personal a la intemperie en GCT, policías, voluntarios, emergencias, quita nieves, bomberos, camiones de sal, como si por ser funcionarios de nómina fija y mensual, fueran esclavos de nuestras necesidades. Pena da tanta insensatez e insolidaridad, de tantas ganas de arriesgar por una nada, más allá de la cabezonería.
Avisos ha habido a mansalva: se han adelantado y atrasado las cabalgatas de Reyes Magos, se ha difundido hasta el agotamiento, se ha informado, divulgado, escrito, fotografiado, filmado, distribuido, repetido y reiterado. A todos nos pueden pasar muchas cosas para ponernos en la carretera en un aviso por tormenta de nieve, pero, sinceramente, pocos pueden decir que “no sabían que iba a nevar”.