Más de un año con las discotecas cerradas, aquellos lugares que se abarrotaban de gente joven cada fin de semana en toda España. Esta medida, junto a otras como las restricciones horarias o el número limitado de miembros permitidos por reunión, han derivado en que los jóvenes hayan cambiado sus relaciones amistosas, amorosas e incluso su manera de hacer ocio.
Según el CIS, el 30,3% de personas entre 18 y 24 años han declarado haber padecido ansiedad durante la pandemia. Los jóvenes, a los que se echa las culpas del aumento de los contagios, aquellos olvidados, son los que más han sufrido emocionalmente durante la pandemia. Nos hemos puesto en la situación de familias destrozadas por la crisis, del panadero de nuestro barrio que tuvo que cerrar su negocio, de las personas mayores y su vulnerabilidad ante el virus, pero ¿quién se ha puesto en la piel de los miles de jóvenes que han perdido su empleo, que han modificado totalmente sus relaciones y han transformado su ocio?
Es cierto el hecho de que se han realizado cientos de fiestas ilegales, superando el número de personas permitido y sin respetar las medidas del Covid-19. Con la excusa de que este sector de la población es inexperto y que “aún les queda mucho por vivir”, se concibe a este grupo como “el malo de la película”, el que solo ha traído desgracias durante la pandemia. Pero muchos otros jóvenes han sido y siguen siendo responsables ante la situación que atraviesa el mundo entero. La mayoría de los adolescentes han tenido que adaptarse a la situación ahína y reinventar sus formas de divertirse. Cine online, juegos de mesa en familia, lectura, asistencia a museos… son varias de las actividades que los jóvenes desarrollan actualmente en lugar de salir de fiesta. También, en algunas comunidades los bares siguen siendo un punto de encuentro para ellos, aunque, con la diferencia de que ya no pueden reunirse todas las personas que, en una situación normal sin pandemia, se podrían haber reunido. Y, aunque es una gran parte de los adolescentes la que respeta las medidas, siempre va a existir un sector imprudente que vaya a contracorriente y termine perjudicando al resto.
Entonces, ¿cuál es la solución? ¿no dejarles salir? La respuesta es “no”, pues a ningún sector de otras edades se le ha prohibido. Lo que hay que hacer es concienciar a la sociedad en general y que, cada individuo haga su propio ejercicio de conciencia y disipe cualquier pensamiento o deseo de realizar ciertas acciones que pongan en peligro, aún más si cabe, a la sociedad de hoy en día. La solución es dejar de apuntar con el dedo y dejar de meter a todos los jóvenes en el mismo saco, pues, al igual que ocurre en la población adulta, siempre va a haber irresponsables, independientemente de la edad que se tenga.