Covid-19: Historia de un confinamiento en el mundo globalizado

El estado de alarma sigue el calendario marcado por los actores internacionales en la lucha contra la pandemia
Celia Rivas
España
06.04.2020
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Hoy, algunas palabras y reuniones que se fueron gestando en estos últimos años de índole cuasi-conspiranóicas, cobran más sentido que nunca. La lucha por el poder hegemónico de las principales potencias frente a los países periféricos con gran capacidad militar, auguraban la posibilidad de que se produjera una guerra bacteriológica difícilmente predecible.  Lo que estamos viviendo, bien podría ser el resultado de una guerra en cubierta en la que el mayor beneficiario está siendo China. El gigante asiático se ha convertido en el principal fabricante y exportador de medios sanitarios al resto del mundo, en esta lucha encarnizada por hacerse con los recursos para hacer frente al Covid-19.

Fue en 2015, en una charla TED, donde el creador de Microsoft, Bill Gates, habló ya sobre una posible crisis mundial que no vendría en forma de guerra armamentística. Es más, sorprendió al público con una intervención en la que anunció que el mundo, a pesar de todos los avances tecnológicos y de las medidas disuadorias para evitar un enfrentamiento nuclear, no estaba preparado para la llegada de una posible pandemia. Incluso, predijo que para superarla, sería necesario la búsqueda de un fármaco que podría estar listo mucho antes que la vacuna, y que reduciría el número de personas que necesitarían cuidados intensivos, incluidos los respiratorios.

Más cerca de las fechas en las que nos encontramos, en octubre de 2019, el Foro de Davos, (el Foro Económico Mundial) que normalmente suele reunirse en Ginebra para hablar sobre los desafíos globales, hizo un ensayo mundial en el que plantearon el tema de la posibilidad de que se produjera una pandemia por coronavirus. Esta reunión celebrada en Nueva York en la que participaron varios mandatarios a nivel mundial de EE UU y China, y en la que también estuvo presente la Fundación de Bill Gates y representantes del Johns Hopkins Center for Health Security, puso en evidencia, contra todo pronóstico, el poder de las grandes élites a la hora de analizar las posibles respuestas transnacionales y de los gobiernos, aún, cuando nada hacía evidenciar que en una región de China, se estuvieran dando ya tales circunstancias, (que posteriormente todos conocimos) y que irían mucho más allá de las consecuencias de anteriores epidemias como la del SARS en 2003.

Hoy, recién empezado el mes de abril, seguimos estando en un momento, en el que la vida real ha superado a ciertas películas y series de ciencia ficción con pronósticos varios. Por recordar alguna, os recomendaría ver la película norteamericana: Contagio (2011), donde cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia. Los actores internacionales, como guionistas hollywoodienses,  hilaron tan bien el argumento, que una epidemia que surgió como un problema de salud regional, se ha convertido en un auténtico problema de salud global, convirtiendo a Bill Gates en una especie de "Nostradamus". Este virus que entró con fuerza en el hemisferio norte y que ahora empieza a extenderse por el hemisferio sur, tiene muestras de ser un virus que pasará a la historia. En este punto, me gustaría destacar el papel que ha tenido la Organización Mundial de la Salud (OMS) al proclamar una alerta tardía que ralentizó las medidas y el estado de alarma, y que hoy tiene a millones de personas, ahora sí, confinadas en sus domicilios para impedir el colapso de la sanidad pública. Pero también, me gustaría destacar el estado de desinformación que inició esta organización. Mientras que desde Asia se informaba con más virulencia sobre las medidas que habría que tomar para impedir el contagio, la OMS titubeaba sobre el impacto del comunicado que tendrían que anunciar. Por lo que parece, antepuso los intereses económicos de los distintos países, a la principal razón de ser de esta organización: la salud. Asesoramiento que no ayudó a que los Estados europeos evidenciaran una crisis, más bien, un posible riesgo de epidemia, aparándose en los datos contabilizados por China, que aún hoy, no dejan de ser cuestionados. Un ejemplo, lo tenemos con la distinción que hace la OMS y algunos gobiernos sobre las personas que aconsejan "lleven mascarillas" de las que no, (por no estar infectadas) y que flaco favor hace a la contención del virus. Sus pronósticos resultaron ser erróneos. La realidad ha evidenciado con o sin intencionalidad, la infravaloración del Covid-19 por parte de esta organización que lo consideró, en un primer momento, una especie de gripe que no tendría un alto riesgo de desencadenar, especialmente en el primer mundo, el alto índice de contagios y muertes que estamos viendo.

EL RESURGIMIENTO DE LOS ESTADOS-NACIÓN VS. LA UNIÓN

El Covid- 19 también ha dejado aflorar en este mundo globalizado, la cuestión de las fronteras y el resurgimiento del Estado Nación en Europa con el cierre de los límites fronterizos que ha dificultado en gran medida el envío de material para contener el virus por tierra y aire, y la falta de solidaridad y  protocolos de actuación comunes. La estrategia política de la Unión, bien podría parecerse a la frase: "sálvese quien pueda". Mientras el pasado 26 de marzo se reunía el Consejo Europeo para estudiar las propuestas de España, Italia, Francia, Bélgica Luxemburgo, Irlanda, Portugal, Grecia y Eslovenia, para solicitar los llamados "coranobonos", como ayuda para superar la pandemia, Alemania y los Países Bajos (con el apoyo de Finlandia y Austria) se negaron a concederlo. A estas alturas, es casi imposible ni tan siquiera plantear mantener el déficit presupuestario exigido por la Unión, dado el gran gasto a nivel interno que tendrá que ajustar cada país por separado. Por lo que una de las medidas que ha quedado para ser estudiada por parte de la directora del Banco Central, Christine Lagarde, es plantear la repartición de 1 billón de bonos con la compra masiva que han hecho de deuda pública y privada para un rescate.

Lo cierto es que tampoco se ponen de acuerdo a la hora de contabilizar el número acumulado de contagios, muertes y curados. Esta desunión de criterios está dificultando de una manera escandalosa, el estudio de la evolución de este virus que bien podría ayudar a entender el Covid-19 y el por qué, parece afectar más a unos países que a otros, independientemente de las medidas más extremas de confinamiento que han seguido países como España e Italia, frente a otras más laxas, (como es el caso de Suecia) para hacer un control más efectivo que evite el contagio entre personas una vez vayan levantando las medidas de confinamiento, así como para favorecer la búsqueda de tratamientos a través de aquellas personas que pueden ser ya inmunes al virus por haberlo superado.

EL DISCURSO SOBRE EL COVID-19 EN ESPAÑA Y EN OTROS PAÍSES

El discurso o la estrategia política que ha impregnado en nuestro país y que también podríamos extender a otros países del mundo, ha sido el excesivo positivismo hacia un virus que veíamos extenderse: primero en China, luego en Irán y más tarde en Europa. Un “laissez faire” por mantener la máquina económica funcionando, hasta llegar a un techo de contagio crítico desde el que han iniciado el protocolo de alarma. En comunicación política, podríamos destacar la comunicación de riego y la comunicación de crisis. Algo que no entendimos es que en una escala del 1 al 10, pasamos de un extremo al otro sin previo aviso. Y esto, también ha sido la tónica que ha seguido la mayoría de países a excepción de algunos como: Corea del Norte, Irán o Argentina que prácticamente desde el inicio, tomaron medidas más drásticas antes de llegar a un contagio crítico para la ciudadanía.

Aun cuando ciertas empresas dedicadas a la salud, ya habían mandado a sus sucursales protocolos de actuación ante una posible extensión del Covid-19, el Gobierno de España seguía relativizando las probabilidades de que este virus se extendiera a más allá de algunos casos puntuales. La maldita hemeroteca de los medios de comunicación muestra declaraciones, hoy, bastante jugosas para que la población las tenga en cuenta. Y es que ya desde enero y especialmente en febrero, el Gobierno estaba tratando de hacer las modificaciones necesarias para decretar el estado de alarma justo después, eso sí, de las grandes conglomeraciones masivas de personas que llevaron a las principales ciudades españolas, a que hoy sean las que más estén sufriendo el contagio.

En este mundo globalizado, el Gobierno de España actuó un 13 de marzo, fecha en la que anunció que iba a establecer un estado de alarma, coincidiendo con la fecha en la que la OMS y Europa decretaron la pandemia. Pero la naturaleza del Covid-19 en nuestro país, frente a los movimientos ciudadanos que el 8 de marzo se celebraron en España, no debió responder nunca a una estrategia basada en declarar el estado de alarma, siguiendo el calendario de otros actores internacionales; precisamente por el número de contagios que ya estábamos viendo. ¿Se equivocaron?

Los múltiples y largos discursos institucionales que vinieron después de Pedro Sánchez, los distintos ministros e incluso los representantes de los cuerpos militares, la Policía y la Guardia Civil, generaron una sensación de tal crisis en la ciudadanía, que se percibió en la forma en la que los ciudadanos actuaron estrepitosamente en el primer fin de semana, yendo de forma masiva a los supermercados y farmacias. El Gobierno se vio obligado poco después a llamar a la calma diciendo que garantizarían el abastecimiento durante esta crisis. Me gustaría destacar especialmente los discursos de Pedro Sánchez realizados como presidente. En este punto, estaría bien diferenciar entre lo que es el discurso institucional (en el estado de alarma) del discurso populista, más propio del que suele utilizarse en campaña electoral, basado en el uso excesivo de la subjetividad, la emotividad, la repetición y las falacias. Cada vez más, vemos como este tipo de discurso, siguiendo la estela de otros líderes políticos, empieza a ser la tónica de los discursos de Estado. Y es que, una excesiva propaganda sobre las actuaciones del gobierno, genera una expectación por las “expectativas” que anuncia, que no siempre se basan en la realidad de los hechos, ni en los resultados sobre las medidas  en este caso, durante el estado de alarma y el confinamiento de los días sucesivos.

Los mismos medios que relativizaban las consecuencias del Covid-19, son hoy los que actúan haciéndole el trabajo al Gobierno para clarificar las medidas que en todo momento, han ido adoptando justo después de cada intervención de Pedro Sánchez dando incluso más información que el propio presidente. La comunicación gubernamental que es imprescindible y más en este tiempo como fuente de relación directa entre el ciudadano y la Administración, muy a nuestro pesar, está siendo bastante escasa por parte del Ejecutivo. El teletrabajo de las administraciones no es suficiente para abordar de una forma más efectiva, las medidas de confinamiento que afectan especialmente al ámbito laboral. En este momento, el trabajo de las gestorías, que también se encuentran afectadas por estas medidas, se ha vuelto fundamental como intermediarios, pero cuando se topan con las administraciones, no siempre, alcanza esa comunicación/información que es tan necesaria para abordar los cambios iniciado mientras dure este estado de alarma.

En América Latina destacaría las primeras declaraciones del presidente de Méjico, Andrés Manuel López Obrador, quien también, no solo relativizó el contagio sino que lo comunicó desde su casa de una manera bastante informal, invitando a la población a salir para contribuir con la economía nacional como si la pandemia no fuera con ellos. Bolsonaro en Brasil, frente a presidentes como el de Argentina que antepuso la salud de sus ciudadanos a la economía, actuó de forma muy parecida a Obrador a pesar de sus diferencias ideológicas. No obstante en Brasil, otros líderes políticos han encabezado la gestión de medidas contrarias a las de Bolsonaro.

En EE UU el estado de emergencia se decretó el mismo 13 de marzo, con unas medidas que pasaron de ser más laxas, a más contundentes conforme pasaron los días. El mensaje de Donald Trump ya auguraba la pérdida de vidas humanas en un amplio parámetro, y una fuerte recesión económica que, como declaró, trataría de solventar con el aporte de un importante gasto público que ayudaría también al sistema sanitario, y, que fue anunciado a bombo y platillo como suelen hacerlo en este país: todo a lo grande. Pero si bien, de todos ellas, cabría destacar la declaración del presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, que llegó incluso a decir que aquellos ciudadanos que no cumplieran con el confinamiento, serían disparados por las fuerzas de seguridad.

Volviendo al caso de España, parece ser que la historia se repite una vez más. Si hace casi un siglo sufrimos la gripe española, que bien podía haber sido conocida como la gripe americana ya que se cree que fue allí donde se originó el foco, hoy sufrimos el Covid-19. Y valga la redundancia, tuvo que ser un científico español, el virólogo Adolfo García Sastre, (investigador del centro Monte Sinaí de Nueva York) quien llevó a cabo la reconstrucción del virus, ya extinto, que causó esta gripe. Hoy, centrado en la búsqueda de una vacuna contra el covid-19 y un fármaco para asistir a los enfermos, hace unas semanas, relataba que según sus cálculos el 40% de la población mundial se contagiará. Me gustaría recalcar aquí, el papel que jugó este científico, ya que fue uno de los dos expertos que se reunieron con miembros del Gobierno de España en febrero, para asesorarles sobre algunas de las medidas que tendrían que tomar, debido a la naturaleza de este virus, y que contribuyó a los cambios que después se decretaron en el estado de alarma que serían incorporados al Real Decreto-ley.

LA ECONOMÍA FRENTE AL DERECHO A LA VIDA

¿Qué podemos esperar de estos hombres sabios y políticos que basan la paz terrenal en una amenaza continua de destrucción masiva?

Hoy, somos una población mundial atemorizada por un virus, cuya naturaleza aún desconocemos, y que nos obliga a estar sometidos a la búsqueda del santo grial: la vacuna contra el covid-19. ¿Quién se hará con la patente? La teoría darwinista social del "laissez faire" promovida por las grandes élites supranacionales, permitieron que la economía prevaleciera sobre el derecho a la vida esperando alcanzar ese punto crítico de no retorno en el que se están salvando los más fuertes. Del resultado de esta crisis y sus consecuencias, surgirá un nuevo paradigma en el relato de contar de aquí a que veamos todo este caos creado con un poco más de perspectiva, lo que está ocurriendo, y cómo actuaron los principales actores internacionales y los gobiernos de cada país ante esta crisis en la que estamos inmersos. Volviendo a las palabras de Bill Gates, cuando decía aquello de que los países no están preparados para una posible pandemia, hoy, tendríamos que reconocer, que ni la propia experiencia de otros países, ayudó a prever un posible aumento de los contagios en otras partes del mundo. Esta pandemia que desgraciadamente va a acabar con la vida de muchas personas, ha dejado claro por el momento, que la economía, ha primado más que el derecho a la vida. La generación de nuestros mayores, la más sabia y de la que tenemos tanto que aprender, está siendo también la más afectada por este virus. Una generación más que infravalorada en los medios de comunicación. ¿Cuántas veces han escuchado de los expertos políticos, periodistas y economistas sobre la inviabilidad de mantener las pensiones frente a la falta de empleo? ¿Qué pensarían de aquellos países del primer mundo que han recomendado no hospitalizar a los mayores de 80 años enfermos por coronavirus? ¿Qué piensan de la falta de previsión de medios sanitarios en el llamado "primer mundo"? Esto también debería llevar a preguntarnos, ¿serán capaces nuestros gobiernos de sufragar las ayudas que por descontado necesitarán otros países del llamado "tercer mundo"?

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