Aquel día éramos ‘7 x7, poetas por su pueblo’, hasta que vino el malo y nos arrebató las lágrimas. Entonces, pegábamos versos en la calle; nos reuníamos en el Café Boulevard; nos besábamos en las esquinas empapadas de carteles políticos.
Cruzaba el Parque (de doña Casilda) hacia el campus de Deusto: asamblea, debate, votación, sesgo de macho te toco la teta; vuelta al techo que una vez fue casa y mucho antes hogar.
Muchos, muchos, Muchos… Lo dimos todo, hasta acabar en la ‘lista roja del PSOE’ (“no vas a encontrar trabajo en tu puta vida”); en la lista negra de la derechona [Blas Piñar y similares] (“te voy a meter un tiro en la cabeza”), en la mirilla de ETA (“Te recuerdo, Edurne, que nosotros tenemos las armas”). Y yo, recuerdo a Yoyes.
La diáspora. Los repudiados. Los no afiliados. Los que damos miedo. Los supervivientes. Los acorralados.
Aquel día sabíamos que esto es “por ti, por mi y por todos mis compañeros” (y yo, lloro).