Carmen Montón tiene un grave problema. Debe lograr que la opinión pública digiera sus explicaciones sobre las irregularidades que rodean al Máster Universitario en Estudios Interdisciplinares de Género que supuestamente cursó. Por el momento, su estrategia ha arrojado pésimos resultados. “No todos somos iguales”, afirma con rotundidad, pero lo cierto es que sus excusas son primas hermanas de las que ofreció en su día la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes: “no necesitaba esos estudios para trabajar”, “asistí a todas las clases que mis obligaciones me permitieron y el resto lo cursé a distancia”, “puedo acreditar la matrícula, los trabajos y el TFM…”.
La información publicada en eldiario.es revela que Montón alcanzó una nota media de 8,43. Lo consiguió sin ir a clase, sin tener contacto con los profesores, y comenzando el curso con la mitad de las asignaturas ya finalizadas. Pensaríamos que se trata de algo prodigioso si no fuera porque es en la universidad pública Rey Juan Carlos donde se han producido los hechos. Un centro que, lamentablemente, ya nos tiene acostumbrados a este tipo de milagros.
La todavía ministra de Sanidad ha declarado que tiene el apoyo incondicional del Presidente. Pedro Sánchez acaba de cumplir cien días al frente del Gobierno y se ha encontrado con este incómodo regalo, que le coloca en la disyuntiva de mirar para otro lado, o bien, aplicar en su propia casa el castigo que exigió en la casa del vecino: la ejecución política. Mientras tanto, los partidos de la oposición reclaman una comparecencia urgente en el Congreso, a excepción de los populares. Su líder da por buenas las explicaciones de Montón. Ironías de la vida.
Ni siquiera han pasado seis meses desde que estalló el escándalo del caso Cifuentes. Por el camino, Pablo Casado y sus titulaciones bajo sospecha se han ido de rositas. Por desgracia para sus alumnos, la URJC se hunde en el fango de los tratos de favor a los políticos. Ante una situación insostenible, Sánchez debe predicar con el ejemplo y tomar una decisión drástica. Visto lo visto, las agencias de detectives deberían especializarse en una novedosa y, a buen seguro, muy rentable línea de investigación: el rastreo de los currículums académicos de los cargos públicos.
