Querida Ana:
Tu ‘niño’ se recupera; no cabe duda: sueña, se ríe, hace gemiditos, pide mimos; pero, que sepas, que se ha comido 4 almohadas! Así, como si fuera un bebé…. Experimenta con tener algo propio, suyo, y de cualquier cosa hace un juguete.
Oh! Mira, en un segundo… Se acaba de llevar el paquete de mortadela. Pues voy a tener que hacer como la que puso un candado a la nevera, pero yo se le pongo ¡en la puerta de la cocina!
Pero, ¡qué liso! Ahora me explico cómo sobrevivió las semanas que ha estado por ahí, entre pueblos y campos. Y La Xeni me mira y me pregunta: ¿esto se puede hacer? La pobre, que es más buena; ella es 30 kilos de algodón de azúcar. Pues no: eso no se puede hacer.
Tu Max-Marx, con el medio rabo que le ha quedado, descubre una infancia que, parece, no ha tenido, porque eso de coger ropa, almohadas y zapatos, es más propio de los cachorros, que lo cogen todo y todo para jugar.
Más cosas querida Ana: vamos bastante bien con el entrar y salir por la puerta; parece que pierde el miedo a cruzar el umbral. También muestras más confianza con los comederos y se acerca a nosotros más tranquilo. Como te decía la semana pasada, poco a poco nos conocemos y él aprende, con cariño. Ya atiende a ‘vamos’, ‘ven’, ‘toma’, ‘sube’ y pide mimos con la mano.
Dentro de nada, acabamos este año que nos ha traído muchas cosas buenas ¿verdad?, entre ella a Max-Marx. En estas seis semanas se ha hecho querer y, ya verás, en breve se sentirá uno más de nuestra familia. Está deseando volver a verte, así es que, después de que los Reyes Magos nos dejen los regalitos, planeamos otro reencuentro: ¡ y ya será en 2018!
Max-Marx, desde el sofá donde duerme, te envía un beso que pone en el vendaval que tenemos estos días, para que te llegue antes de que cierres los ojos y comiences a soñar.