Comer sano es un lujo, solo al alcance de quienes manejan los hilos de los más de 6 millones de humanos ,que habitan un planeta devastado por la codicia de media docena de transnacionales que se han apropiado, por mor de sobornos, de la producción de semillas (transgénicas) de las que poco se sabe, más allá de que ofrecen una única cosecha productiva y un contenedor de deuda al agricultor; y que genera plagas prefabricadas en los cultivos, para cuya eliminación tiene remedio la misma multinacional.
Paleativos
La debacle en la agricultura mundial se enfrenta a un cambio climático que ha variado los ciclos naturales, sometida a sequías prolongadas seguidas de lluvias torrenciales, en un vaivén de temperaturas que diluyen las cuatro estaciones naturales. Frente a los remedios paleativos del cultivo hidropónico y los masificados invernaderos, también víctimas de fenómenos atmosféricos, se abre paso el cultivo molecular y otras variaciones de laboratorio que, cuanto menos, ponen en duda cuán saludable es el resultado final. Frente a los gigantes, miles de pequeñas parcelas agrarias se atreven a mantener, enseñar y seguir la agricultura ancestral, amparada en los tres elementos: tierra, agua y sol; y en el principio del respeto a las especies autóctonas, con pequeñas incursiones de otras variedades, a fin de obtener la aclimatación en nuevos suelos y una mayor variedad de alimentos que lleguen a los mercados locales.
La falacia
Sobre los minifundistas agrarios afines a la permacultura, pesa, con toda la mala intención, la falacia de que sus productos son más caros que los que ofrecen las franquicias multinacionales en sus lineales: falso y malicioso. Las pequeñas producciones de frutas, verduras y hortalizas locales, siempre son más económicas y sanas que cualquier otra producción masiva; están libres de elementos químicos nocivos y, si se les presta atención, se observa un claro equilibrio entre alimento y territorio, en un buen binomio natural. El hándicap de la llamada alimentación bio es la proximidad, porque, hay que ir al productor local para bastecerte, acercarse al mercado de la localidad u optar por la tercera vía, la compra por Internet. Sin duda, lo mejor es acudir al productor, para eliminar sospechas, pero también la más dificultosa, casi siempre.
Comodidad e ignorancia
Anclados en horarios laborales imposibles de conciliar trabajo y familia, y acogotados por salarios de miseria, es inevitable sucumbir al negocio mundial de comida fabricada a partir de materias primas modificadas, cultivadas en intensivo con sustancias nocivas, para abonado, eliminación de plagas, hierbas y supuestos que mermen la producción rentable por hectárea. Después entra la manufactura, encargada de transformar lo transformado y embasarlo en plástico sobre plástico, con el único objetivo de ser una bandeja atractiva para el consumidor: todas las piezas son iguales y brillantes, en una clonación tan perfecta como anti natura. La precariedad económica generalizada a la que han llevado a las poblaciones, es aliado de primera magnitud, para los destructores de la alimentación sana. Bajo la gran etiqueta del ‘2X1’, el rótulo fluorescente de ‘oferta’ y el engañoso márquetin, inventado para vender el producto mediocre y malo (el bueno no precisa publicitarse), el consumidor está atrapado en la comida con exceso de azúcar, grasas, conservantes, colorantes…, una prisión con lucecitas de colores, sin sabores que favorece la pobreza y la obesidad.
Gordos mal alimentados
Una ruleta donde millones de humanos son los hamster mal alimentados, ahora convertidos en gordos, desde una infancia sumergida en el horizonte de la rutina: casa, escuela, tarea, merienda, aseo y descanso (en el mejor de los casos); donde la interacción social y el juego han quedado sometidos, en general, al tiempo lectivo. En paralelo, la realidad de horarios laborales desquiciados por abusivos y de escasa remuneración, hace el resto: obesos, alérgicos, intolerantes, avitaminosis, insuficiencias… el perfecto escenario, para caer en las fauces de las otras transnacionales: las farmacéuticas. ¿Es más barata la comida del lineal?: jamás.
Pensar, beneficia la salud
En este breve recorrido por la estafa piramidal, es obligada la referencia al agricultor de base; hombres y mujeres que ponen su patrimonio: las tierras de cultivo; su conocimiento empírico y reglado generacional, su trabajo 24X7; y que siembran, cuidan, cosechan, asumen los gastos y, muchos se ven obligados a vender por ruina; todo esto y más, por obtener un 10% del precio final que paga el consumidor. Hoy, todos somos víctimas de un sistema tolerado, que ha derivado en el abandono masivo de los cultivos de cercanía y su entrega obligada a la avaricia de las multinacionales. El expediente de Monsanto es uno de los ejemplos infames. Y, así, un kilo de papas, cuyo precio en origen no cubre la producción, se ha convertido en un producto casi de lujo: nada por menos de 1 euro; igual que limones, aguacates, fruta fresca… ¿Puede una familia, con un SMI, alimentase correctamente?: No. ¿Se protege la agricultura bio?: No. ¿Se quiere fijar población en el rural?: No. Las transnacionales son dueñas de millones de hectáreas de cultivo en todo el mundo, a un precio ridículo (tras asfixiar a sus legítimos propietarios), cuya producción solventan con un mínimo de personal, ausencia de escrúpulos, nulo respeto a la salud y máximos beneficios.
Informe UNICEF
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) es una agencia de Naciones Unidas, con base en Nueva York y extendida por el planeta. Su Comité en España, presenta mañana, 15 de octubre, un informe elaborado, en colaboración con la Gasol Foundation, sobre ‘Malnutrición, obesidad infantil y derechos de la infancia en España’, del que avanza que, “en España, un 35% de los niños, de 8 a 16 años, tiene exceso de peso”. Un documento que hay que leer con la misma atención que el de Cruz Roja, sobre el hambre que pasan un 30% de los menores, derivada de la situación de precariedad laboral, energética y social de sus padres. ¿Podemos inferir que en España solo un 25% de niños tiene una alimentación diaria en condiciones apropiadas?
La frustración
En las aulas se insiste a los alumnos en la necesidad vital de comer 5 piezas de fruta y verdura fresca al día, mensaje que suele emitirse por las televisiones, para que llegue, también, a los adultos. Las cifras demuestran que se trata de una recomendación perversa, ya que para más de la mitad de la población, su economía se lo impide. Qué interés por el conocimiento y el aprendizaje pueden tener unos chavales, a los que se les pide que hagan 2 imposibles: contar en su casa que la profe dice que tienen que comer 5 piezas al día, que no van a llegar a la mesa, y superar la frustración que supone. “Dos de cada tres niños no se alimentan con la dieta mínima equilibrada recomendada”, dice UNICEF España, “como consecuencia, se producen altos porcentajes de niños y niñas con desnutrición, pero también con sobrepeso”, y añade: “millones de niños en el mundo comen muy poco de lo que necesitan, y millones comen mucho de lo que no necesitan”. Los datos sí están sobre la mesa mundial, donde no hay soluciones, ni programa útiles, ni ganas de poner remedio a otra pandemia fabricada, planificada y distribuida en bandeja de plástico.
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