Cuando un solo clan de narcos, Los Castaña, dan empleo a más de 1 vecinos, casi todos del barrio de El Zabal y alrededores, a los que pagan jugosos salarios en ‘B’ que les permiten solicitar las ayudas sociales; y cuando Abdellah El Haj (el Messi de la droga), hace algo similar en el barrido de El Saladillo; y cuando otros clanes y escisiones se suben al carro de los poderosos con las mismas prácticas, hay mucha gente metida en el ajo.
Sector informal
En teoría, la situación de desempleo alcanza al 30% de la población algecireña, unas 15 personas; sin embargo, la realidad apunta a que gran parte de ellos (y otros) curran en el mercado ilegal. El negocio del hachís da para mucho; por cada kilo que entra en las costas españolas el capo se lleva 300 euros (1 kg = 300 euros) y, cada noche pueden organizar hasta 3 entradas de 3 y 4 kilos.
Tamaño negocio es defendido por los narcos y asalariados, con sus vidas y sus armas, amén de ser capaz de comprar voluntades de algunos que tienen que evitar que el chocolate se cuele por el portón de entrada a Europa. Esta situación está anclada en Algeciras (Cádiz) desde hace dos generaciones en hachís y cocaína, y más tiempo en el contrabando de tabaco.
Toda una empresa
Es una empresa en toda regla, con sus jefes, sus responsables de departamentos, especialistas en seguridad y vigilancia; control de entrada de mercancía, guardería y distribución, y administración de pagos y blanqueo. Una estructura férrea construida al margen de la ley, que implementa nuevas tecnologías y sistemas innovadores de mayor eficacia que los policiales.
Generaciones
Un cotarro que subsiste en este territorio donde todos se conocen y conocen, palmo a palmo, el suelo patrio y las aguas marítimas que llevan a Marruecos. ¿Cómo no identificar a los cerca de 200 nuevos policías que han llegado, ya sea de uniforme o de paisano?, y ¿cómo no sentir que la adrenalina aumenta, con la mayor presión de las fuerzas de seguridad? El negocio es el negocio y nadie está dispuesto a perderlo.
Los polis están ahí y son una amenaza añadida. El ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido dice que, “El Gobierno le tiene declarada la guerra a los narcotraficantes, con todos los medios a su alcance”, y los resultados lo subrayan, pero las guerras en las costas gaditanas se libran hace mucho tiempo en todas las direcciones: contra los polis; batallas entre clanes y contra el asentamiento de las mafias extranjeras.
Cuerpo a cuerpo
Luchar cuerpo a cuerpo por la supremacía les ha llevado a golpearse donde más les duele: robarse los alijos y romper la ley del silencio. Ahora, hay grietas por las que se escapa información hacia la Policía, sobre cuándo y por dónde entra el chocolate, y dónde se guarda.
Chivatos
Si a esta doble inseguridad generada por el acoso policial y por los chivatos, se suman los supuestos acuerdos que se han alcanzado entre algunos señores de la droga y las fiscalías, ‘la empresa’ peligra, el riesgo aumenta y los trabajadores temen perder las comisiones de las que viven.
'Regulación de empleo’
En esta pirámide, los capos hace tiempo que han tomado medidas y puesto a salvo importantes fortunas, mientras que los asalariados pueden ser pasto de un ‘expediente de regulación de empleo’ y, así, aumentan los ‘vuelcos’ y las sisas internas, que se resuelven al estilo de la mafia: a tiros.
Emboscadas
En los últimos días se han dado varios episodios de este tipo. Narcos que se disfrazan de agentes y se hacen con el alijo; emboscadas en plena autovía, con intercambio de disparos y robo de los fardos de la guardería.
Células extranjeras
Muchos frentes abiertos que incluyen la llegada, con intención de quedarse y ‘gobernar’, de células extranjeras de amplia experiencia mafiosa. Ante este panorama hay clanes que han decidido colaborar entre ellos, mantener el respeto a sus áreas de acción y ser fieles a la empresa que les ocupa, aunque no siempre.