“Antes de empezar, pensaba que me iba a cagar encima. El corazón me latía a cien mil por hora”. De esta manera tan gráfica y sincera expresaba el debutante Jon Rahm cómo se sentía el viernes en el tee del hoyo uno. Esta competición, que se disputa cada dos años, es distinta a todas. El Viejo Continente contra el Nuevo Mundo. La batalla de las batallas. Pero, tratándose de un deporte individual, ¿por qué jugar la Ryder Cup se convierte en la máxima aspiración de cualquier golfista? Probablemente, porque las emociones vividas durante ese fin de semana no son comparables a las del resto de su carrera profesional.
Partía esta edición 2018 con el equipo estadounidense como claro favorito. Un dream team cuyos doce jugadores estaban entre los 25 primeros del ránking mundial y que sumaban 31 majors, por tan solo 8 de los europeos, que además añadían el hándicap de contar con cinco rookies. Pero esto es la Ryder. Los títulos individuales no sirven de nada, ni siquiera la experiencia es un grado. La motivación, el control de los nervios, la pasión y, por encima de todo, el espíritu de equipo, han hecho que Europa se vuelva a llevar la victoria contra pronóstico. ¿Cómo es posible que un grupo formado por cinco ingleses, dos españoles, dos suecos, un danés, un italiano y un norirlandés mezclen tan bien, y sean capaces de apalizar al país del patriotismo, del himno y de las barras y estrellas? Ese es el misterio y el encanto de la Ryder.
[Sumario]
El balance de esta edición 2018 jugada en París, fuera de las islas por segunda ocasión en la historia, nos ha dejado héroes y villanos. En el lado positivo, hemos descubierto la sensacional pareja formada por el italiano Francesco Molinari y el inglés Tommy Fleetwood, que ganaron sus cuatro partidos. El turinés añadió además una victoria individual para convertirse en el tercer jugador de la historia en sumar cinco puntos en un único fin de semana. Y qué decir de Sergio García. En su novena participación, el castellonense ha alcanzado la cifra de 25,5 puntos, superando el récord en la historia de la competición que ostentaba Nick Faldo con 25. Tras una temporada complicadísima, llena de decepciones y mal juego, ha llegado la resurrección en su torneo, y vuelve a confirmar que es el heredero natural de Severiano Ballesteros como líder del equipo europeo. El Niño ha recuperado su sonrisa.
En el lado negativo, hay que hablar de Tiger Woods, que afrontaba su octava participación en un excelente estado de forma. Para el mejor golfista de la historia, la Ryder es una losa que le oprime y que no le permite desarrollar su juego. Cuatro partidos disputados durante el fin de semana, cero puntos. Su rostro y sus gestos en Le Golf National lo decían todo. Ya acumula veintiún derrotas en una competición que no le gusta y que le hace sufrir.
En 2020, la Ryder se disputará en Wisconsin. La escuadra estadounidense volverá a ser favorita, pero jugará con la presión de haber perdido en siete de las últimas nueve ocasiones. Enfrente, tendrán a una Europa representada por un grupo de golfistas de países muy diferentes en costumbres y cultura, pero con dos armas temibles: un enorme espíritu de equipo y la contagiosa sonrisa de un Niño.