El menottismo y el bilardismo siguen vigentes

Menotti y Bilardo se enfrentaron solo tres veces en un estadio, la primera como jugadores, las otras dos como técnicos.
Alberto Castilla
España
18.02.2017
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En 1982, Carlos Salvador Bilardo (Buenos Aires, 1939) sustituyó a César Luis Menotti (Rosario, 1938) como director técnico de la selección argentina de fútbol. Tras el traspaso de poderes, el ‘narigón’ solicitó un encuentro con el ‘flaco’. Charlaron durante cuatro horas en la cafetería de un hotel de Barcelona, y el exseleccionador le dio una serie de consejos e informes sobre determinados jugadores. Todo muy bien argumentado, como es habitual en el rosarino. Bilardo no solo no le hizo ni caso, sino que puso en práctica todo lo contrario. No volvieron a dirigirse la palabra.

Ese fue el comienzo de una rivalidad que, 35 años después, todavía perdura. Menotti , admirador confeso del fútbol total de la Holanda de Rinus Michels y Johan Cruyff, era un amante del juego ofensivo y de toque. Bilardo, en cambio, defendía el pragmatismo y el resultadismo en el deporte. Para el primero, el futbolista era un “intérprete privilegiado de los sueños y sentimientos de millones de personas”; el segundo pensaba que “en el fútbol solo vale ganar, la manera de hacerlo no es importante”. “Nuestras diferencias son profundas y definitivas”, confesó Menotti en cierta ocasión. En cualquier caso, ambos fueron campeones del mundo.

Jorge Burruchaga, internacional argentino que estuvo a las órdenes de ambos técnicos, diseccionó sus diferencias: “Bilardo es más obsesivo, está en los detalles, llega a cansar a veces a los jugadores. Menotti, en cambio, te habla y te convence de que eres el mejor jugador en tu puesto. Hay diferencias en la forma de ser, pero si los equipos funcionaran como ellos sueñan, seguro que no serían tantas. Todos los entrenadores, en el fondo, quieren lo mismo. Pero depende de los jugadores, y es ahí donde se ve un poco la mano del entrenador, porque adapta lo que tiene a su sistema. La verdad es esa, ninguno va a ser mejor o peor porque gane o pierda este partido. Los que deciden en el campo son los jugadores, y si no los tienes, a la larga no puedes jugar bien ni ganar”.

[Sumario]Dos corrientes antagónicas que tienen dividido un país tan futbolero como Argentina, y que han dejado huella en la mayoría de los técnicos albicelestes llegados a Europa. En la liga española, estas filosofías están muy bien representadas. Jorge Sampaoli, técnico del Sevilla, Eduardo Berizzo, entrenador del Celta, y Mauricio Pellegrino, actualmente en el Deportivo Alavés, son fieles representantes del menottismo. El primero de ellos logró para Chile su primera Copa América, el segundo ha hecho de los vigueses un equipo muy respetado, y el tercero ha metido a su equipo, recién ascendido, en la final de la Copa del Rey. Por el contrario, Diego Simeone es militante confeso del bilardismo.

El cholismo

“Se puede jugar bien de distintas maneras. Algunos eligen jugar bien teniendo mucha posesión y otros juegan bien de contragolpe. Les recuerdo que el Atlético es eso, es trabajo, esfuerzo, contagio, contragolpe, competir”. Diego Pablo Simeone fue pupilo de Bilardo en el Sevilla durante una temporada. Fue más que suficiente para impregnarse de la doctrina futbolística del narigón. Con un discurso basado en la fe, el Cholo ha conseguido que jugadores y afición del Atlético de Madrid acepten su liderazgo indiscutible sin poner condiciones.

¿Cuál es la razón de semejante pleitesía? Tal vez el hecho de hacerse cargo de un equipo muerto, recién eliminado de la Copa del Rey por un segunda B, al que logró reimplantar un carácter competitivo casi olvidado. Una liga y dos finales de Champions en cinco años han devuelto al Atlético la confianza para luchar por todos los títulos. De acuerdo, el juego casi nunca es brillante. Pero, ¿es esto algo realmente importante para el seguidor colchonero?

Simeone no deja indiferente a nadie, y no engaña: “Vamos a ir partido a partido”, “Hay que creer”, “Prefiero jugar bien que lindo”, “O me sigues o no me sigues”, “El esfuerzo no se negocia”,…. Son algunos de los pilares de su ideario, del que se dice que más que fútbol, es una forma de vida. Todos estos rasgos le confieren una personalidad que le define como el genuino heredero del catecismo de Bilardo.

Menottismo y bilardismo. Dos corrientes que, como el legado de los grandes pensadores, siguen vigentes. Hace unos años, algunos quisieron encontrar en la rivalidad Guardiola-Mourinho una reedición de esta historia. Enfrentamiento dialéctico y antagonismo futbolístico en el eterno duelo entre Barcelona y Madrid. No perduró. Pero no todo son diferencias entre el flaco y el narigón. Aparte de ser argentinos, entrenadores de fútbol y campeones del mundo, hay una cosa que tienen en común: ambos son delgados.

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