En muchas ocasiones hemos oído o leído que el agua sería el causante de la III Guerra Mundial debido a la escasez hídrica. Pero esperemos que la sangre nunca llegue al río. Aún así, solo el 0,007% del agua del planeta es potable y accesible y más de 2.200 millones de personas se ven privados de servicios de suministro gestionados de forma segura.
Y esta escasez ocasiona que cerca de dos millones de personas mueran al año por la carencia del liquido elemento. Y para abundar más en esta cuestión un par de ejemplos: una gran urbe como Ciudad del Cabo (Sudáfrica) tuvo que restringir en el año 2018 el consumo de agua racionalizándolo a 50 litros por persona y día (recordemos que una ducha de 5 minutos consume esa cantidad). Y en el primer semestre de este mismo año, el suministro en Montevideo (Uruguay) quedó severamente dañado con un agua de ínfima calidad.
Estos son dos ejemplos, de tantos otros, terribles y cercanos en el tiempo, pero se calcula que para 2050 el consumo del agua aumentará un 44% para satisfacer las demandas industriales y ciudadanas, lo que ocasionará que buena parte de la población mundial no tendrá suficiente para cubrir sus necesidades diarias. Y el problema es que no se puede sustituir por ningún sucedáneo.
Y eso que el planeta tiene más de 1.260 trillones de litros de agua. Sí, han leído bien, trillones. Pero es que el 97,5% es salada y el 2,5% es dulce. Sin embargo, el 99,7% de ésta se encuentra congelada en los glaciares y polos o está depositada en acuíferos de difícil acceso.
Por tanto, menos del 1% del agua dulce del mundo esta disponible, que no accesible, para el consumo humano y los ecosistemas. El agua potable que utilizamos para beber o asearnos solo representa el 8% del consumo anual del agua, un 22% se va a la industria y el 70% a la agricultura. Pero todo se agrava cuando el 90% del agua usada en países en vías de desarrollo vuelve a ríos, lagos o embalses sin ningún tipo de tratamiento.
Soluciones a la escasez hídrica
Algunos expertos apuntan a que quizá el aumento del precio del agua ayudaría a concienciar a la población a racionalizar su consumo. No obstante, los mayores perjudicados serían, como siempre, las personas con menos recursos.
Mientras tanto, los gobiernos están poniendo en práctica planes más eficaces apostando por la desalinización del agua. Es decir, mediante un proceso laborioso y con un alto coste energético se trata de coger el agua del mar y transformarla en agua dulce; o también por el uso de potabilizadoras en viviendas unifamiliares, empresas o industrias que eliminan sales y contaminantes de aguas superficiales, subterráneas o salobres.
Estos proyectos a gran escala tienen el riesgo de encarecer el precio del agua y, por extensión, el de los alimentos con el riesgo de que haya ciertos industrias que colapsen y se lleven por delante a numerosas economías a nivel mundial.
La fiebre del oro fue un fenómeno que surgió en los Estados Unidos en la mitad del siglo XIX cuando una gran cantidad de inmigrantes llegaron hasta California en busca de dicho metal. Casi dos siglos después una nueva fiebre amenaza, la búsqueda de un bien escaso como el agua, el nuevo “oro líquido”.