Hacía una noche de perros, llovía a cántaros y el viento era muy fuerte, pero el flamenco tira mucho en Almería y los guajiros acudieron al Auditorio Maestro Padilla a celebrar su gran cita anual. La reconocida bailaora malagueña, La Lupi (Susana Lupiáñez), era la cabeza de cartel y como representantes del nuevo talento de la tierra las bailaoras Ana Alonso e Isa Ramírez, acompañadas al cante por Cristo Heredia y Edu García, al toque Antonio Luis López y Moisés Santiago a la percusión.
Ana Alonso es discípula de la Lupi y en aquella noche tan especial que su maestra pasaba por su tierra, en apoyo a la difusión de la cultura y el en particular del flamenco, le rindió homenaje con estas palabras: “El arte es necesario para el que lo hace, es el arma para defendernos de lo que pasa fuera y el medio para contar lo que pasa dentro. Hoy tenemos la emoción de que nuestros movimientos y sonido le den paso a ella, mi maestra. Porque sus células están hechas de la luz que te hace entender que el flamenco solo es posible cuando se hace a corazón abierto. De Almería a Málaga con respeto y con amor, gracias Lupi”. Los cantaores almerienses interpretaron a dúo un taranto, el palo típico de Almería, y lo remataron con tangos del piyayo en torno a una mesita roja con sillas de anea y rodeados por las cuerdas de trapos que colgaban en el escenario, rememorando esos patios de vecinos donde nace el arte.
Desde el prefacio delantero derecho entre bastidores podía verse a la bailaora malagueña, envuelta por un elegante mantón de manila morado con flecos dorados que la cubría entera, seguía el compás de la actuación que le rendía homenaje y jaleaba a Ana Alonso e Isa Ramírez. El público respondía con entusiasmo y conseguía un espectáculo cercano porque las caras eran conocidas y la noche vivida con emoción. Cristo Heredia tiene ese semblante de cantaor de peso, un cante que evoca a las grandes figuras del flamenco, cuanto más si canta un taranto, mientras que Edu García tiene gracia y arrojo, es capaz de calentar la fiesta cantando a las bailaoras con soltura. Isa Ramírez y Ana Alonso interpretaron con sentimientos cantes que salían del alma y la sombra de sus siluetas se proyectaban en las sábanas para crear un ambiente mágico.
Abrieron paso a la estrella de la noche que se presentó envuelta en su majestuoso mantón, manejaba la prenda de embeleso, creaba figuras en el aire y hacía movimientos muy suyos. La Lupi tiene una gran presencia en el escenario es acercarse al filo de las tablas y dirigir la mirada a la tribuna suficiente para que rompan en aplausos y vítores. Posee un baile tradicional y no entiende el flamenco si no es con verdad, ella canta cuando baila, expresa con la cara, las manos, el cuerpo y es tremendamente perfeccionista.
Los músicos de La Lupi, Manuel Tañe y José “El Pechuguita” al cante y la guitarra de Curro de María, estuvieron sobresalientes por malagueñas, el toque del guitarrista era hiriente en el sentido de hondar en la profundidad de los sentimientos. Un cante donde los protagonistas fueron los músicos en la sobriedad, elegancia y pulcritud que lleva el desarrollo de la técnica.
La bailaora malagueña paró su espectáculo en dos ocasiones, una excepción porque ella suele ser muy seria, pero la ocasión lo requería. Agradecida con la tierra donde había sido invitada, al público que la acompañaba a pesar de las condiciones atmosféricas, y con La Guajira por su trabajo en la difusión de la cultura y en particular del flamenco. Dedicó un baile a los artistas almerienses que la habían presentado y puso toda su verdad, como dice la propia Susana Lupiáñez, en aquellos pasos que la guiaron a través del compás.
El fin de fiestas, que es como se termina una fiesta flamenca, reunió a los artistas malagueños y almerienses en el escenario que improvisaron y llenaron de duende al Maestro Padilla.