Desde el inicio de su carrera Esther Ferrer desarrolla sus líneas de pensamiento a través de una gran variedad de formas y materiales y se convierte en una de las artistas pioneras de la performance, género que ella define como “el arte que combina el tiempo y el espacio con la presencia de un público que no es mero espectador, sino que si lo desea, puede participar en la acción”.
Entrada a una exposición (1990/2018)
Pretende que cada cual tome conciencia de su propia piel a partir del contacto con un elemento externo, en este caso la sensualidad de las plumas. Es una obra pensada con el objetivo de despertar sensaciones, estimular la receptividad del espectador y aumentar su capacidad de percepción.
Las risas del mundo (1999/2018)
Utiliza el sonido orgánico, natural y efímero de la risa y se convierte en objeto artístico al ser expandido en el tiempo, ordenado en el espacio y dejado en manos del espectador el orden de su reproducción. Para ello, coloca una serie de dispositivos electrónicos suspendidos sobre distintos puntos de un gran mapamundi dispuesto en el suelo.
Instalaciones con sillas (1984 y 2018)
Siempre le han llamado la atención la cantidad de modelos que se han creado y seguirán creándose, de algo tan elemental y cotidiano como una silla. Ver una silla es pensar en el ser humano, con todo lo que ello puede sugerir.
En esta exposición se presentan dos instalaciones: una de la serie Instalaciones con sillas, de 1984, y otra de la serie Sillas suspendidas, de 2018, proyectos ambos que se materializan por vez primera en un espacio expositivo.
Proyectos espaciales (1997/2018)
Las instalaciones que se presentan corresponden a proyectos en dibujos o maquetas que datan desde 1997 hasta 2005-2006, diseñadas por la artista mediante estructuras de cartón similares a las maquetas arquitectónicas. Durante su proceso creativo la artista fija los hilos en los distintos planos de la maqueta, midiendo distancias regulares entre los puntos de sujeción de los mismos, a fin de que, al colocarlos, parezcan líneas que atraviesan el espacio siguiendo esquemas geométricos.
Para estas instalaciones utiliza hilo, cable, elástico o cuerda, elementos todos ellos frágiles y cotidianos, y los dispone entre las paredes desnudas, el suelo y el techo, fijándolos mediante horquillas o clavos. De esta forma, interviene en el espacio con el mínimo de elementos, otorgándole unas características nuevas que modifican la percepción del espectador.