Sencillo y sobrio, casi sin presentaciones ni grandilocuencias. Siete sillas sobre el escenario y los flamencos hacen su aparición, puntuales, entre aplausos, el último en entrar Tomatito. El guitarrista almeriense que nació como acompañante de un cantaor y se convirtió en un solista excepcional. Transgresor, innovador y sensible. Sus compases, sus formas, la sonrisa que le acompaña y el respeto, lo hacen grande. Así es José Fernández Torres quien la pasada noche del sábado cerró el Festival Roquetas en Clave de Flamenco.
La música tiene su propio lenguaje porque no necesita de la razón para ser entendida. Tomatito ha dicho en repetidas ocasiones que él no sabe leer música, cada partitura la lleva grabada a fuego. Escuchar sus canciones es pasar por el flamenco más crudo, el jazz o los ritmos latinos y algo de eso hubo en el recital del Auditorio de Roquetas.
Las voces de su hija Mariángeles Fernández, Kiki Cortiñas y Morenito de Illora, hicieron una melodiosa versión de La Leyenda del Tiempo, una manera soberbia de traer un recuerdo de los años con Camarón. Su hijo, José del Tomate, sentado a su izquierda le acompañó como segunda guitarra dejando que todo el protagonismo recayera sobre la figura del maestro. Atento el chico a la dirección de su padre cuando este comprobaba que tanto la afinación de su guitarra como la de su hijo eran óptimas.
Un espectáculo matemáticamente perfecto, cuadrado y milimetrado, la música y los silencios. El lugar que tuvo cada componente dentro del espacio que crearon. La percusión y el baile merecen mención de honor, porque el Fin de Fiestas fue apoteósico. El percusionista, Israel Suárez, conocido como El Piraña se marcó un careo con el maestro, una réplica entre guitarra y cajón donde se la terminó llevando de calle El Piraña en un compás frenético a caballo entre el flamenco y los ritmos más africanos.
Amaya, Karime Amaya, sobrina nieta de Carmen Amaya, gitana mejicana. El nervio, el braceo, el zapateado, la forma de hacer compás con el cuerpo, la velocidad de las vueltas, el caminar por las tablas y esas manos gitanas que en un escenario tanta fuerza dan caldeando el toque, el cante y levantando al público. Una bailaora de temperamento.
Vestido con una chaqueta celeste, su chupete en la boca y la guitarra entre las manos, uno de los nietos más pequeños de Tomatito compartió escenario con su abuelo. Ya se había colado en mitad de la actuación con total naturalidad, el pequeño se acercó al guitarrista y este le besó la frente con amor.
Por último el municipio de Roquetas de Mar le concedió un sillón de honor en su auditorio a José Fernández Torres, quien agradecido, destapó la butaca con su nombre.