Tanto se ha hablado de cuestiones extracinematográficas que al final parece que Liga de la Justicia, la película acabada y estrenada, es lo de menos, y sería una pena que así fuera, porque con esta cinta, la tercera de Zack Snyder y la quinta del universo cinematográfico de DC, permite a Warner encontrar por fin el rumbo para mostrar a sus superhéroes. Puede ser más o menos discutible el tono que escoge para ello, y más viendo la oscuridad con la que se habían presentado El Hombre de Acero y Batman v Superman. Pero es, y negarlo sería absurdo, uno que encaja a la perfección con la mitología de este tipo de personajes, los dioses de la cultura norteamericana del siglo XX. Son superhéroes, como lo han sido siempre, y eso es lo que permite que esta sea la cinta más redonda de las cinco que hemos visto.
Simple, probablemente, en muchos aspectos de su historia y de entender a los personajes, pero haciendo justicia a todo lo que muestra, incluso haciendo que no tengan importancia los errores que pueda tener la película, los cambios de rumbo que se sienten incluso dentro de su contenido metraje de dos horas. Pero con un sentido de la diversión y del espectáculo que no se había sentido hasta hora dentro de este universo con tanta franqueza. Aunque su nacimiento haya sido en forma de monstruo de Frankenstein tras la tragedia personal que sufrió Snyder, que le obligó a dejar la producción, y la entrada de Joss Whedon para terminar la película, en Liga de la Justicia se siente el deseo de hacer una auténtica historia de superhéroes, cerrando un ciclo que necesitaba acabar ya porque había despertado demasiados recelos y abriendo una vía de esperanza.
Es verdad que Liga de la Justicia nos retrotrae a otra forma de entender los superhéroes que no está precisamente de moda, y que hay una ingenuidad bastante importante en su forma de contar la historia. Pero eso mismo es lo que permite que estemos ante una aventura comiquera notable en muchos aspectos, que sabe combinar acción, mucha a lo largo de la película; comedia, en muchos detalles pero sobre todo con el Flash de Ezra Miller; introducciones muy adecuadas en este mundo, como el Cíborg de Ray Fisher o el algo escaso Aquaman de Jason Momoa, a desarrollar en su próxima película; y carisma, mucho carisma, que es el que desbordan el Batman enfilado por el siempre escaso Ben Affleck, un Henry Cavill que al fin encuentra una versión de Superman con la que disfrutar y, sobre todo, una maravillosa Gal Gadot como Wonder Woman.
Liga de la Justicia es una película que admite la feroz voracidad que supone el juicio mediático de expertos y profanos, no hay tampoco por qué ocultarlo, ya que hoy en día el superhéroe, ese que en taquilla triunfa pese a todo, es objeto de más burlas que de devoción sin que se sepa muy bien el motivo. Pero en realidad no tiene sentido que durante años se hayan reclamado películas como esta y ahora, cuando se hacen con dignidad, incluso con sus problemas, haya muchas más ganas de destrozarlas que de disfrutarlas. Este es el punto crucial para que DC/Warner entiendan qué funciona y qué no. Han rodado desde la luz y desde la oscuridad, desde la planificación meticulosa y desde el caos. Ya no hay excusas. Pero Liga de la Justicia, desde luego, parece un punto de partida que puede funcionar y que, de hecho, es difícil entender que no fuera la primera película de este universo.