Este 2022 se han cumplido 160 años de la publicación del “Álbum de la Caridad” el primer libro que se autodefine como el “mosaico poético” en el que podemos encontrar los primeros poemas escritos para los Juegos Florales de A Coruña. La I edición de los Juegos Florales se organizó en 1861 en el desaparecido Teatro Principal de la ciudad herculina, o también conocido, entonces, como Coliseo san Jorge. Aquél teatro, fue financiado con una suscripción pública de acciones, pero se malogró en un incendio en 1867. Un año más tarde se reconstruyó y fue rebautizado con su nombre actual, Teatro Rosalía de Castro.
El Álbum de la Caridad recoge por primera vez los versos de Francisco Añón, ganador de aquellos primeros Juegos Florales, y que fue presentado para poder concursar con el lema “Airiños d´a miña terra/ airiños, airiños, aires/ airiños, levám`á ela”. Su autor no estuvo presente en la lectura del poema, pese a conocerse la deliberación del jurado, en el que se puede leer “Chegou á miña noticia/ Que hay tamén jogos florales, Como n`outras capitales, N`a Capital de Galicia”, refiriéndose el escritor gallego a la ciudad coruñesa como la capital de la región.
Los Juegos Florales de A Coruña fueron posibles gracias José Pascual López Cortón, “amante de las letras y de los adelantos de Galicia, su patria”. Así presentan al mecenas de este evento literario que seguía unas rigurosas reglas de concurso y protocolo para poder ser celebrados. Comenzando por el tribunal, que según las bases del concurso debía estar compuesto por siete “mantenedores y hasta cien adjuntos”. El jurado sería conocido como el Consistorio de los Juegos florales de A Coruña.
A los mantenedores se les encargaba la encomienda de disponer de todo lo necesario para que el certamen fuese un éxito y también serían los encargados de graduar el mérito de las composiciones que se presentaban a deliberar. Los adjuntos se comprometían a apoyar, proteger e ilustrar la justa literaria.
Se llamaban Juegos Florales porque el premio que se entregaba al ganador era una flor natural, que se adjudicaba a la mejor composición poética a Galicia y que como condición sine qua non tenía que ser escrita en gallego. De ahí que en las bases del concurso se podía leer un punto del reglamento con la siguiente frase: “sólo hijos de Galicia deben entrar al certamen”. Solo la oda a Galicia debáis ser escrita exclusivamente en lengua gallega. El resto de opciones los textos podían llegar al tribunal en gallego o castellano.
Además de la flor natural que galardonaba el trabajo literario mejor valorado, se premiaba con una rosa de plata y oro a la mejor poesía que se dedicaba a la Religión. Con un jazmín de plata, la mejor oda a la caridad. Se otorgaba un lirio de oro y plata a la mejor poesía escrita a María Pita. Existía un pensamiento de oro para la poesía más notable al “Enamorado Macías”, un trovador gallego del siglo XIV muerto en trágicas circunstancias y que fue conocido por sus relaciones con una dama de alta alcurnia. Se reservaba un clavel de plata para el mejor discurso sobre la necesidad de escribir la historia filosófica de Galicia desde sus tiempos más remotos. También se entregaba un jacinto de oro al mejor discurso sobre la “Situación del Monte Medulio” y sus incidencias históricas.
Los primeros mantenedores de los Juegos Florales de A Coruña fueron José María de Bussy, al que se le otorgó el cargo de presidente. Completaron el elenco del jurado Manuel Rúa Figueroa, Benito Pla y Cancela, Félix Álvarez Villaamil, José Pardo Bazán, Narciso Pérez Rioyo y Antonio de la Iglesia, siendo este último el secretario y que tuvo que, curiosamente, fue el encargado de dar lectura al poema de Añón al no presentarse a la deliberación ni tampoco, posteriormente, al evento público del Teatro Principal del 2 de julio de 1861.
Con la publicación del Álbum de la Caridad que financió Pascual López Cortón se considera que se marcó el inicio del renacimiento de la literatura gallega. Además de publicar las obras que obtuvieron premio en los primeros Juegos Florales, el mecenas coruñés solicitó añadir un capítulo titulado “Mosaico Poético de nuestros vates gallegos contemporáneos”. Entre los poetas gallegos podemos encontrar textos de Eduardo Pondal, como “A campana de Anllóns”. Explica López Cortón que deseaba “dar al Álbum de la Caridad un nuevo atractivo” porque “creí que esta idea no sólo sería agradable al país, sino también a nuestros vates contemporáneos o a sus familias y amigos. Asimismo tuve presente que redundaría la adición en mayor provecho de la Beneficencia, a quien ofrezco gustoso los productos de esta obra”. Así es como nace la primera antología poética gallega. Juana de Vega, como presidenta del hospicio provincial, era la receptora de los fondos obtenidos con la venta de este Álbum tan singular.
La figura de López Cortón, el impulsor de los Juegos Florales en Galicia, impulsó, probablemente de forma inconsciente, una primera edad de oro para la literatura gallega. Al menos, su alumbramiento es fruto de su filantropía. En el glosario del mosaico figuran autores como Aurelio Aguirre, Juan Manuel Pintos, y otros insignes como Manuel Murguía, Concepción Arenal, Pastor Díaz, el mencionado Pondal o Rosalía de Castro. La ilustre escritora aparece con obras como “¡Mi madre!”, “Adiós que eu voume”, “Castilla”, “O caravel negro”, “A romería da Barca” y “¡Terra, a miña!”. El propio José Pascual López Cortón aportó seis textos al mosaico poético gallego, uno de ellos, el que tituló como “A Galicia, cuando partí para América”.
La vida de López Cortón, 61 años, tuvo varias facetas. A los 12 años emigró a Puerto Rico tras fallecer su padre, un militar de carrera igual que su abuelo. En tierras caribeñas, fue criado por un familiar y es allí en donde el joven emigrante gallego hizo fortuna con una mercería, entre otros negocios que se le atribuyen. Regresó a Galicia como un rico indiano que le permitió desatar sus pasiones más prosaicas: Galicia y la literatura. Antes de hacer las maletas dio rienda a la pluma para escribir en 1841 ensayos literarios con su firma.
De vuelta a Galicia se casó con la compostela Julia Viqueira. Fruto de este matrimonio, por herencia familiar, recibieron un pazo en ruinas que devolvió a la vida López Cortón en una quinta ubicada en san Fiz de Vixoi, en Bergondo. El amor por la ilustración de la familia convirtió esta residencia en centro de encuentro de ilustres gallegos y españoles. Incluso una de las hijas de la pareja, Carmen López-Cortón, tras estudiar en Madrid y formarse también en las islas británicas para ampliar conocimientos, se inclinó por la publicación de textos pedagógicos en la Institución Libre de Enseñanza.
El patrocinador de los Juegos Florales continuó con su labor literaria al volver a abrazar la tierra de los mil ríos. A Juana de Vega le escribió la raíz de su mecenazgo y que el propio López Cortón definió como “un deseo de mi corazón porque mi patria camine cual otros países con rumbo cierto hacia aquel punto de bienestar y prosperidad que el Omnipotente no ha vedado a pueblo alguno”. Y hacía suyos unos versos de Arriaza escritos en la guerra de la Independencia: “Vivir en cadenas/¡qué triste vivir!/ Morir por la patria/ ¡qué bello morir!”. De ahí que para el protector de la poesía gallega los beneficios obtenidos por la venta del Álbum de la Caridad fuesen un “nuevo manantial a la renta del Asilo de la Coruña”.
Pascual Cortón falleció en A Coruña en 1878. Al centenario de su nacimiento, la Real Academia Gallega le devolvió parte de lo sembrado en vida al promover un homenaje ante su tumba en el cementerio municipal de san Amaro.