En la provincia turca de Corum, en pleno corazón de Anatolia, una auténtica joya del pasado todavía sigue en pie. Sus famosas entradas decoradas con enigmáticas estatuas, como la Puerta de la Esfinge o la Puerta de los Leones, hacen viajar al mítico Imperio hitita. Más de 4 años de historia contemplan a la ciudad de Hattusa, cuyos restos han conseguido sobrevivir a los achaques del tiempo que no pasa en balde. Todo lo que tiene que ver con los constructores de esta urbe supone un completo enigma. No se sabe muy bien ni de dónde provienen ni por qué los hititas se asientan en la actual Turquía. Solo que fundaron una gran red de ciudades-estado y que fueron los fundadores de este lugar, algo que es transmitido por los asirios cuando llegan a estas tierras.
Hattusa bien pudo ser la sede del Imperio hitita. Una capital política y administrativa, pero también sagrada y espiritual. De ello nos pueden hablar, además de las puertas citadas, los múltiples edificios, las inexpugnables murallas defensivas y, sobre todo, el Gran Templo. Por tanto, fue una ciudad próspera y colmada de gloria durante tres-cuatro siglos. Así hasta que el rey Anitta, decidió destruirla. Lo hizo, según los investigadores, porque en ella había gran cantidad de personas poderosas que se negaban a rendirle pleitesía. Luego la leyenda afirma que dicho soberano, montando en cólera y como signo de venganza, maldijo para siempre la urbe. Tanto a esta como a quien osara reconstruirla y gobernarla. Algo que, sea casualidad o no, se cumplió: Hattusa jamás levantaría cabeza hasta su desaparición. Milenios tuvieron que pasar hasta que fuera puesta de nuevo en el mapa, concretamente en 1906. Hasta entonces todo pertenecía al terreno del mito y del ensueño.
Sin embargo, cuando la ciudad maldita de los hititas se redescubre, los arqueólogos se dan cuenta de los muchos interrogantes que esconde. Aparte de los ocho kilómetros de murallas (un verdadero prodigio de hace 4 años) les sorprendió unos pasadizos secretos escondidos durante miles de años. Especialmente uno, en la que todo apunta que se llevaban a cabo ceremonias mágicas por parte de sacerdotes. En estas incluso podría participar el rey, como atestigua una tablilla cuneiforme. Pero si hay un enigma que se lleva la palma en Hatussa, ese es el de la "piedra del deseo". Se trata de un enorme bloque de color verde que entusiasma a todos los que llegan al yacimiento. Sin embargo, se desconoce de dónde procede y qué utilidad tenía. Solo que puede ser serpentina o nefrita y que, según la tradición popular, quien pide un favor en ella se cumple. No obstante, con saber más sobre Hattusa nos conformamos.