Siempre que se habla de campos de exterminio, lo primero que se viene a la mente es Auswichtz, la Alemania Nazi y los millones de judíos que fallecieron víctimas de la sinrazón. Sin embargo, este tipo de lugares no son únicamente producto de los conflictos del siglo XX, sino que vienen de mucho antes. Y estos han sido creados en países inimaginables. Un ejemplo de ello se encuentra en Estados Unidos. En el corazón del estado de Georgia se encuentran los restos del antiguo campo de concentración de Andersonville, un lugar que sirvió de cárcel para todos aquellos prisioneros de guerra de la Unión que eran capturados por los confederados. Hoy en día, un cementerio nacional y un museo recuerdan lo que fue este lugar para el olvido.
La prisión de Andersonville fue fundada en febrero de 1864. Durante el año que estuvo en funcionamiento, se calcula que alrededor de 45 prisioneros de la Unión estuvieron en este campo de concentración. De ellos, 13 fallecieron debido a la falta de alimentos y a las condiciones infrahumanas que este presentaba. La descripción de uno de los sargentos que liberaron el emplazamiento en abril de 1865 lo dice todo: "Al entrar al lugar, un espectáculo se encontró con nuestros ojos que casi nos congeló la sangre de horror, e hizo que nuestro corazón fallara dentro de nosotros. Ante nosotros había formas que una vez habían estado activas y erguidas: hombres incondicionales, ahora nada más que simples esqueletos andantes, cubiertos de suciedad y alimañas. Muchos de nuestros hombres, en el calor y la intensidad de sus sentimientos, exclamaron con seriedad: '¿Puede ser esto el infierno? ¡Dios nos proteja!'; y todos pensaron que solo él podría sacarlos vivos de un lugar tan terrible".
En dicho campo de concentración de Estados Unidos, según testimonios, existía una valla que era conocida como la "línea muerta". Llevaría este nombre porque todo aquel que se acercara a ella o la intentara cruzara era al instante acribillado por las armas de fuego que portaban los encargados de vigilar aquel 'complejo del horror' de Andersonville. Un emplazamiento en el que debido a la escasez de alimentos, los allí hacinados no recibían ningún tipo de alimento, siendo esta la causa de la alta tasa de mortalidad del campamento. Incluso la única fuente con agua potable que existía provenía de un arroyo que era utilizado como letrina por los prisioneros de guerra, teniendo más restos fecales que agua en sí.
Cuando Andersonville fue liberado por la Unión, el comandante Henry Wirz, quien era el encargado de la prisión, fue acusado por un tribunal militar de crímenes de guerra. Varios prisioneros que consiguieron sobrevivir a aquel horror prestaron su testimonio contra este mandamás confederado. Finalmente, Wirz fue condenado a muerte y ahorcado el 10 de noviembre de 1865. También fue ejecutado Champ Ferguson, un funcionario del campo de concentración de Estados Unidos a quien todos recordarían por su crueldad y saña contra los prisioneros.
Tras quedar en el inconsciente colectivo como un "lugar de los horrores" de la Guerra de Secesión, Andersonville se convirtió en un cementerio nacional. Allí existen casi 14 tumbas de prisioneros que perdieron la vida en esta prisión, de los cuales más de 920 tumbas se encuentran sin nombre. En el año 1998, se decidió crear un museo nacional para recordar los horrores que ocurrieron en este campamento que nos recuerda que estos recintos de muerte y sinrazón van acompañando al ser humano desde que se inventó la guerra. Y que por mucho que se intenten olvidar siempre permanecen en un oscuro y tenebroso recuerdo.