En esta ocasión, se muestran tres obras recientes de la exposición de Alex Reynolds. Hay una ley, hay una mano, hay una canción (Bilbao, 1978) conocida por su constante exploración de nuestros modos de relación y afecto, especialmente en sus manifestaciones a través del lenguaje cinematográfico. La mano que canta, 2021, la obra que ocupa la galería principal de la sala Film & Video, ha sido co-producida por el Museo Guggenheim Bilbao y se estrena internacionalmente en esta exposición. Realizada en colaboración con la coreógrafa sueca Alma Södeberg, La mano que canta construye una red de gestos, voces e imágenes conectados en el tiempo. Estos elementos parecen mimetizarse entre sí, siguiendo secuencias abiertas y reacciones en cadena: desde la extracción casi ritual de la corteza del alcornoque en Extremadura durante la recogida anual del corcho hasta el acto de pelar una naranja ante un pequeño fuego, o el de lavar la mano de alguien; desde el temblor de las hojas hasta el de una voz, pasando por el batir de alas de un pájaro en la distancia o, de nuevo, el bucle de retroalimentación que se establece entre el canto de la intérprete y los movimientos de las manos. Sobre un tejado, se intercambian palabras en español y en inglés mientras entrevemos el Palacio de Justicia en el horizonte de Bruselas. La mano que canta es una obra a la vez libre y minuciosamente compuesta, donde la resistencia a la fijeza y el interés por la transformación implican a todos nuestros sentidos. Los cuerpos, el paisaje y la cámara actúan en recíproca sintonía.
La película Palais, 2020, rodada en el Palacio de Justicia de Bruselas, una imponente arquitectura de principios del siglo XIX consiste en un recorrido por las laberínticas instalaciones administrativas del edifico en el que se alternan estancias monumentales, pasillos angostos, oficinas abandonadas, paredes con grafitis y ascensores siniestros. La cámara sigue a una mano que abre puertas, toca paredes y pulsa botones filmando los diferentes espacios en un ambiente turbador donde se mezcla el desasosiego, la curiosidad, el miedo e incluso el humor. Es un recorrido silencioso en el que, al mismo tiempo, adquiere protagonismo el sonido de los pasos de la persona que filma, las puertas que se abren, los ruidos del mecanismo del ascensor, el inquietante murmullo de voces a lo lejos.
La tercera obra de la instalación, Justine, 2020, consta de un diapasón que vibra en el aire de manera ligeramente perceptible. El diapasón es un elemento metálico en forma de horquilla que se ha utilizado tradicionalmente para afinar instrumentos musicales. En este caso, la pieza se ha fabricado a medida para reproducir el tono de voz exacto de una persona conocida por la artista, cuyo nombre da título a la obra. El trabajo de Alex Reynolds se caracteriza por su ambiciosa manipulación del lenguaje cinematográfico y por su interés en explorar las relaciones entre sus elementos clave: el sonido, el ritmo, la actuación, la narración, así como el papel del espectador en ellos. A través del cine, la artista juega y altera las estructuras y convenciones que suelen dominar los relatos visuales, desafiando nuestra percepción más allá del perímetro de la pantalla y del mundo de las imágenes.