Jack fue a nacer en la noche más gélida de la historia de Edimburgo. Hacía tanto frío que cuando el bebé salió, ya tenía el corazón helado. La matrona, la señora Madeleine, tuvo que actuar rápido, hacerle un agujero en su pechito, y reemplazar el inútil órgano por un pequeño reloj de cuco. A la mañana siguiente la madre había desaparecido. Desde ese momento, Jack se convirtió en el hijo de la partera; ella le cuidó, le educó y se encargó de protegerle de todo peligro externo. “Todo irá bien”, le decía siempre, mientras siguiera las tres reglas: no tocar las agujas de su reloj, controlar su ira, y nunca, bajo ningún concepto sucumbir al amor. El pobre Jack repetía estas tres normas constantemente, diciéndose a sí mismo “¿Cómo voy a enamorarme, si ni siquiera sé qué significa eso?”. Hasta el día en el que cumple 10 años, y su madre le lleva a pasear por la ciudad. Allí se encuentra con una preciosa niña que ha perdido sus gafas y que tiene la voz más maravillosa… y entonces, todo cambia.
“Jack y la mecánica del corazón” está basada en la novela homónima de Mathias Malzieu, quien se ha encargado también de llevar su cuento a la gran pantalla, e incluso de ponerle música, con su grupo Dionysos. Esto explica el hecho porque cualquiera que lo haya leído va a a encontrar en esta cinta todo el espíritu del libro. Y cualquiera que no lo haya leído encontrará una fascinante historia de amor y superación, ambientada en la Europa de finales del XIX y aderezada con algo algo de magia y mucho de fantasía: trenes que son acordeones, gatos con anteojos que lloran cuando están tristes, prostitutas que hablan como Rossy de Palma y señores con un xilófono oxidado en la espalda para mantener derecha su columna vertebral.
[Sumario]“Jack y la mecánica del corazón” es puro sentimiento, melodía, color, fantasía, fascinación, irrealidad…
Esa magia impregna también la película en su apartado más visual. La animación posee una técnica muy cuidada y limpia, con figuras sencillas, románticas y oscuras, casi góticas, un poco en la línea marcada por el Cuento de Navidad de Tim Burton, aunque con formas más suaves y dulces. También la música contribuye a la ensoñación. Tanto en francés, como en inglés y en español, las canciones también cuentan la historia de Jack, la de su niña enamorada, intérprete de sevillanas (o lo que alguien como Malzieu considera sevillanas), y la del malo de la película, que más que cantar, recita con voz profunda su visión de los acontecimientos. Una banda sonora bella y muy bien llevada.
“Jack y la mecánica del corazón” es puro sentimiento, melodía, color, fantasía, fascinación, irrealidad… un cuento para adultos hecho imagen. Porque, aunque el público infantil podría acercarse a ella, seguramente serán los mayores quienes más partido saquen a una historia con final agridulce que esboza de los peligros de enamorarse, la fragilidad de ese sentimiento y lo costoso de mantenerlo y la aceptación de la diferencia, y a la que sólo puede reprochársele su poca profundidad a la hora de tratar todos esos temas. Una obra singular y bella que, aún con la tristeza que destila, te dejará con una sonrisa en los labios y con unas ganas locas de amar a alguien.
