Tomando como punto de partida la novela homónima publicada en 2004 por el inglés David Mitchell, los hermanos Wachowshi (Trilogía Matrix, Speed Racer, Lazos ardientes) se unen al alemán Tom Tykwer ( Corre Lola Corre, The international, El perfume) para encargarse tanto de la dirección como del guión de una historia que al igual que ya se demostró con “Matrix” (la primera entrega…) se puede combinar de manera inteligente el virtuosismo y la espectacularidad de la puesta en escena de un buen blockbuster con una interesante reflexión ética/moral/filosófica.
El Atlas de las Nubes se divide por años: 1849, 1936, 1973, 2012, 2144 y 2321. En cada una de las épocas se cuentan diferentes historias pero con un denominador común que puede ser una acción, un gesto, un objeto….”El Atlas de las nubes” habla de cómo nuestras acciones, palabras o las decisiones que tomamos pueden repercutir irremediablemente sobre personas venideras.
Me alegro que los Wachowski hayan vuelto a retomar esa vena “filosófica”.
Para poder llevar a cabo esta producción de 100 millones de presupuesto y co- producida entre Singapur, Hong Kong, EE.UU y Alemania se optó por que cada director se ocupase de una época determinada. Así, los Hermanos Wachowski se encargan de 1849, 2144 y 2321, parece lógica esta decisión ya que estos fragmentos son una gozada a nivel visual, mientras que Tom Tykwer se encarga de 1936 y 1973. Además cuenta con dos directores de fotografía, que por cierto el trabajo es francamente notable, John Toll (Braveheart, El último samurai) y Frank Griebe (El perfume, Corra Lola corre) y tres compositores que aconsejo escuchar la intimista banda sonora (track 1) que regalan Reinhold Heil (La tierra de los muertos vivientes (2005)), Johnny Klimek y el propio Tykwer.
El elemento destacable que tiene este titánico proyecto sería la coherencia interna que desprende. Una coherencia a nivel de dirección, interpretativo y técnico. Un proyecto que pesar de recaer en tres manos distintas, dos directores de fotografía y tres músicos es un dato que el espectador sólo se percatará porque lo puede leer en estas líneas. La película tiene un empaque final como producto que es perfecto en su forma, no tanto en su contenido. En el apartado interpretativo hay que reconocer la valentía de Tom Hanks (Naufrago, Philadelphia), una recuperadísima Halle Berry (Monster Ball), Hugo Weaving (El señor de los anillos), un irreconocible Hugh Grant (Tú la letra y yo la música, Love actually), Jim Sturgess (Across the universe), Doona Bae (The host), Ben Whishaw (Skyfall) o Jim Broadbent (Moulin Rouge) de interpretar a diferentes roles en cada año en los que se encuentren. Valiente el interpretarlos y salir airosos, dando a cada personaje una entidad. Dar de comer aparte estaría el trabajo de maquillaje y caracterización cuyo resultado desgraciadamente es deficiente llegando incluso a la risa….
El contenido de la cinta es tal vez lo que aleje a esta película de ser memorable. Un contenido para mi gusto excesivamente ambiguo para el mensaje final que se quiere transmitir y ello le ha pasado factura, y grande, en taquilla (de los 100 millones de presupuesto, más publicidad, tan sólo lleva acumulado apenas 100). La historia es demasiado grande, hay demasiadas tramas, demasiados personajes, demasiados lazos que unir, demasiados hechos que permanecen inconexos hasta su recta final. Entiendo, por tanto, que haya mucha gente que esto le eche para atrás. La película es un “demasiado” para lo que en realidad se quiere contar.
Me alegro que los Wachowski hayan vuelto a retomar esa vena “filosófica” que tocaron con la estupenda “Matrix” o incluso “V de Vendetta” (productores de la cinta) pero creo que hay que tener mucho cuerpo para aguantar la cinta. No quiero que se tome este último párrafo como algo negativo. Más bien quiero que sea una advertencia para el intrépido espectador que acuda a verla.
