Cada vez que salen de gira los Rolling Stones se dice que es muy posible que sea la última oportunidad de verles en directo, pero año tras año los Stones aplastan esos comentarios ofreciendo unas actuaciones impresionantes y prometiendo más en el futuro.
La gira “Stones-No Filter” ha permitido que Mick Jagger, Keith Richards, Charlie Watts y Ronnie Wood vuelvan a España, tres años después de su última visita, para ofrecer un único concierto, en esta ocasión en Barcelona, donde no tocaban desde el año 2007, durante el “A Bigger Bang Tour”.
Como de costumbre, la expectación generada ante este concierto ha sido enorme. En los alrededores del precioso Estadio Olímpico Lluís Companys, en Montjuic, se podía ver desde primera hora de la tarde una amplia variedad de personas: desde los fans de toda la vida, que han visto a los Stones decenas de veces y que prácticamente son coetáneos de Jagger y compañía, hasta seguidores que les veían por primera vez, familias enteras, fans ingleses, norteamericanos, argentinos… La audiencia de los Rolling Stones en la noche de ayer fue tan heterogénea como la misma población de Barcelona.
Las preguntas que todos nos hacíamos horas antes del concierto eran las mismas de siempre: ¿Seguirán los Stones en forma a pesar de ser unos septuagenarios? ¿Se seguirá moviendo Mick Jagger igual de bien con sus 74 años a cuestas? ¿Podrá Charlie aguantar dos horas aporreando la batería? En definitiva, ¿ofrecerán un show a la altura de su historia? La respuesta la sabríamos en muy poco tiempo.
Antes tenían que tocar los rockeros valencianos Los Zigarros, quienes al parecer fueron elegidos por el mismísimo Mick Jagger para telonear a los Rolling en Barcelona. Liderados por los hermanos Ovidi y Álvaro Tormo, el grupo salió a escena a las 19.30 h con una alegría nada contenida, para descargar su rock setentero ante los allí presentes.
Ovidi expresó en varias ocasiones la tremenda ilusión que les hacía abrir para los Rolling Stones, llegando a decir que este era el mejor día de su vida. Los Zigarros animaron al público con temas de su disco debut como “Desde que ya no eres mía”, “Voy a bailar encima de tí”, “Hablar, hablar, hablar…” o “Dispárame”, pero también dejaron hueco para unas cuantas piezas de su último trabajo “A todo que sí”, del que sonaron entre otras, la canción que le da título y “Dentro de la ley”, con la que terminaron su gran actuación ante los aplausos de los asistentes. Dignos herederos de bandas como los Faces, AC/DC o los mismos Rolling Stones, Los Zigarros cumplieron con su labor con creces, y estoy seguro de que ayer salieron del estadio con una larga lista de nuevos seguidores en su haber.
Apenas una hora hubo que esperar para que salieran las estrellas de la noche. El personal de montaje dio los últimos retoques al escenario y lo dejó todo listo para que “sus satánicas majestades” tuvieran todo a su gusto. Hay que decir que el escenario de esta gira, aunque es enorme, como siempre, y tiene cuatro pantallas de alta definición gigantescas, es más sobrio en comparación con el de anteriores giras de los Stones. Poco tiene que ver con la majestuosidad que emanaban escenarios como el del “Voodoo Lounge Tour 94-95”, si bien, es cierto que el avance de la tecnología se nota para bien en comparación con los montajes de hace 20 años, especialmente en lo que a las pantallas de video se refiere, que permiten ver con claridad a los miembros de la banda hasta al espectador situado en el punto más alejado del estadio.
Dicho esto, a las 21.15 h, con quince minutos de retraso sobre la hora de inicio marcada, se apagaron las luces y comenzó a sonar la introducción de percusión del clásico “Sympathy For The Devil”, mientras el escenario se teñía de luz roja. Poco a poco, y con el “Uuhh! Uuhh!” de fondo cantado por el público, fueron saliendo a escena los Stones y su banda de acompañamiento. Por fin, con el primer “please to meet you” el escenario se iluminó entero y la euforia se desató entre los asistentes.
¡Allí estaban de nuevo los Rolling Stones! Tras un breve saludo en castellano de Mick Jagger, la banda interpretó “It´s Only Rock n’ Roll (But I Like It)” y “Tumbling Dice”, dos clasicazos que enseguida pusieron el ritmo correcto que a mi parecer debe tener el inicio de un concierto, y que con “Sympathy For The Devil” no se alcanzó debidamente.
Pudimos escuchar también dos muestras de su último y exitoso disco de versiones de blues, “Blue & Lonesome”, concretamente la genial “Just Your Fool” y “Ride ‘Em On Down”. Entre canción y canción Mick Jagger siguió chapurreando castellano, diciéndonos entre otras cosas que era la séptima vez que los Stones tocaban en Barcelona en su carrera, que le parecía increíble que ya hubiesen pasado diez años desde su última visita a la ciudad o que ese día había comido butifarra.
Seguidamente sonaron dos de las sorpresas de la noche. Una fue “Under My Thumb”, auténtica maravilla de su disco “Aftermath” (1966), y que han tocado durante su trayectoria con muy poca frecuencia, quedando para la historia el hecho de que era el tema que abría sus conciertos en las fabulosas giras de 1981 y 1982. La segunda sorpresa fue “Rocks Off”, clasicazo de su admirado disco “Exile On Main St.” (1972) y que anoche sonó en Barcelona al haber sido la canción más votada por la audiencia en los días previos al concierto. Ambos temas supieron a gloria.
A estas alturas del concierto, ya habíamos dado sobrada respuesta a las preguntas que antes he mencionado. Los Rolling Stones siguen estando en una forma física envidiable e impropia de su edad. Mick Jagger se mueve como un niño, contorsionando sus caderas, dando palmas sin parar, recorriendo cada metro del enorme escenario y encima cantando más que notablemente. No hay mucha diferencia entre el Mick Jagger de hoy en día y el que se podía ver, por ejemplo, en la gira del 40 aniversario, hace ya quince años. Para terminar de dejarnos a todos con la boca abierta, se pegó dos carreras a lo largo de la pasarela que dudo que muchos músicos de su edad pudieran siquiera intentar.
El resto de la banda está igualmente soberbia, Ronnie Wood es el segundo miembro más activo, saltando y animando continuamente a la audiencia, haciendo reir a sus compañeros de grupo; mientras que Keith Richards, bastante más estático en escena pero certero con su guitarra, regalaba gestos complices y sonrisas humildes a cada uno de los seguidores de las primeras filas que llamaban su atención. En cuanto a Charlie Watts, su labor me parece tan encomiable como la de Mick Jagger; siendo el mayor de los Stones, Charlie sigue golpeando su batería con firmeza, dotando a las canciones del pulso necesario durante las más de dos horas que dura la actuación. Es cierto que la banda suena en la actualidad ligeramente más lenta que hace diez o quince años, algo normal, ya que, aunque lo parezcan, no son superhombres, pero aún así su música se sigue disfrutando al 100 % en directo y la siguen interpretando con precisión y profesionalidad.
“You Can´t Always Get What You Want”, “Paint It Black” y “Honky Tonk Women” dieron paso a la presentación de los miembros de la banda, siendo Keith Richards el más aclamado con diferencia. Conteniendo la emoción por la ovacion recibida, Richards se puso al frente del escenario para cantar “Happy” y la preciosa balada “Slipping Away”, que sonó verdaderamente mágica. Estas dos canciones dieron tiempo suficiente para que Mick se tomara un respiro y se cambiase de ropa de cara a los siguientes temas. “Miss You” sonó de fábula, y los aproximadamente diez minutos que duró “Midnight Rambler” hicieron las delicias de los seguidores más acérrimos de la banda.
Pero la verdadera traca de clásicos empezó con un bestial “Street Fighting Man” que le abonó el terreno a los platos fuertes de la noche. “Start Me Up”, “Brown Sugar” y “Jumpin’ Jack Flash” formaron una tripleta de oro que consiguió enloquecer a la audiencia y dejó un verdadero ambiente festivo de cara a los bises.
Tras apenas dos minutos de descanso, los Stones volvieron al escenario para interpretar un soberbio “Gimme Shelter”, en el que la corista Sasha Allen tuvo su momento de lucimiento compartiendo la pasarela con Jagger. No sé si se debió al volumen de su micrófono o a la potencia de su voz, pero tengo que decir que el momento solista de Sasha no sonó ni de lejos con la misma intensidad con la que solía interpretarlo la increible Lisa Fischer, en cualquier caso Allen le puso todas sus ganas.
Ahora sí, el fin de fiesta llegó con un “Satisfaction” que la banda alargó, quizá de más, y que pusó a bailar a todos y cada uno de los cerca de 50000 asistentes. Tras dos horas y quince minutos de concierto, los Rolling Stones se situaron frente al escenario y haciendo su habitual saludo se despidieron de sus fans en Barcelona, dejándonos a todos con una sonrisa en la cara y la inevitable pregunta interior: ¿Habrá sido este el último concierto de su historia en España? Sólo diré una cosa para responder, las enormes pantallas del escenario mostraron como despedida un “hasta luego”. Ojalá sea así.