Hay un peligroso lugar en el cine norteamericano, el llamado Development Hell. Ese infierno creativo es el atasco que, después de años de trabajo, acaba llevando películas prometedoras al cajón. It, la adaptación de la novela de Stephen King, era uno de esos proyectos. Lleva anunciado desde 2009, paso por las manos de Cary Fukunaga, responsable de la primera temporada de True Detective, que acabó dejando el proyecto después de seis años de trabajo. Y ahí, en 2015, entró en juego Andrés Muschietti, que había conseguido un moderado éxito con Mamá, su primera película. Y a pesar de los problemas, del atasco y de los relevos, incluyendo en el papel de Pennywise, el payaso asesino, todo ha acabado saliendo francamente bien.
It sobresale, en primer lugar, por ser una muy fiel adaptación a la novela de Stephen King, aunque no quiere decir que no haya cambios. Ha de haberlos, a pesar de que Muschietti se ha ido hasta las dos horas y cuarto, una duración bastante inusual en el cine de terror, para contar la historia de este payaso asesino. La clave es que ha sabido darle a la historia el doble poso de terror que necesita, el sobrenatural, que es el que todos damos por sentado, y el realista, que es el que de verdad enriquece este relato. Pennywise, ya con el rostro de Bill Skarsgard, no es suficiente, menos ya en estos descreídos tiempos, para superar el nivel del susto. El terror es el que refleja la realidad, los miedos de los jóvenes protagonistas, y sobre todo los de Beverly, los más aterradores de todos por razones que resultarán obvias viendo la película.
Ese es el otro gran acierto de It, su reparto. Es fascinante lo bien que Muschietti dirige a niños. Ya lo había demostrado en Mamá, y aquí eleva las apuestas de una manera increíble, dándole todo el peso del relato a unos chavales que superan el innegable impacto que tiene la figura de Pennywise y el propio aspecto visual de la cinta. Porque Muschietti consolida lo que había mostrado en su primera película, y es que es un tipo con una habilidad impresionante para crear atmósferas de terror. No consigue la perfección en este sentido porque cede a los clichés del género, dando a la partitura de Benjamin Wallfisch, seguramente mucho más notable fuera de la película que dentro de ella, y al sonido una capacidad anticipatoria que arruina parcialmente lo conseguido con la imagen.
Puede que ese sea el gran pero de It, pero el conjunto es tan estimulante que lo positivo pesa mucho más en la balanza. Estamos ante una película que sabe recrear los 80 desde una perspectiva tan nostálgica en los detalles como efectiva en lo narrativo, y es fácil aceptar la película como heredera de aspectos que hemos visto en cintas como Cuenta conmigo, Gremlins, Los Goonies o Poltergeist, se va a asomando a muchísimas influencias para dar un salto moderno, no solo en el aspecto de Pennywise, nada que ver en realidad con el que Tim Curry le dio en la muy envejecida miniserie de 1990, sino también en su forma de moverse y de manifestar el terror. Desde su formidable secuencia de prólogo, casi todo en It acaba siendo más que satisfactorio y confirma a Muschietti como uno de los directores de terror más estimulantes del momento.