Fue hace justo 80 años cuando Amelia Earhart despegó por última vez. La legendaria pionera de la aviación partió el 2 de julio de 1937 a su último viaje desde el rudimentario aeródromo de Lae, en Papúa Guinea, para convertirse en leyenda y en uno de los enigmas de la aviación más famosos de todos los tiempos.
Amelia Earhart estaba dispuesta, ese día, a completar su viaje de circunvalación pero, en algún lugar indeterminado del Pacífico, se perdió contacto con el Lockheed Electra que pilotaba. Nadie sabe donde cayó y si sobrevivió o no. La teoría más aceptada es que cayó al mar y allí murió, bien por el impacto, bien por las heridas, bien ahogada. Pero otros abogan porque pudo haber alcanzado el atolón de Nikumaroro, en las Islas Kiribati, centro de las investigaciones de estos investigadores que buscan encontrar el cuerpo de la aviadora y acabar, de una vez por todas, con el enigma. Ahora, una nueva expedición, dirigida por el investigador Richard Gillespie, quiere ser la que de por fin que el cuerpo de la aviadora. El propio director ha afirmado que la búsqueda será “un proceso lento y con muchos puntos muertos, pero avanzamos”, lo que da esperanzas al buen término de la expedición.
La última vez que se tuvo señales de la piloto fue el 3 de julio de 1937 a las 8.45. Earhart salió el día anterior con el Lockheed en condiciones un tanto precarias, poco combustible y con un cielo nublado y amenazador. No eran las mejores condiciones, pero el espíritu pionero y aventurero de Earhart se sobrepuso a las inclemencias y se dispuso a completar la hazaña que llevaba realizando. Así, a la hora señalada anteriormente, Earhart se comunicó con un guardacostas estadounidense al que informó del rumbo seguido y de las condiciones de visibilidad y de combustible: “Estamos volando en la línea-norte sur”, fueron sus últimas palabras.
El presidente Roosevelt organizó una misión de rescate en su búsqueda pero ni el cuerpo de Earhart ni los restos de su avión fueron descubiertos. La expedición ahora dirigida por Richard Gillespie, y organizada por National Geographic, una compañía de viajes y el Grupo Internacional para la Recuperación de Aviones Históricos, se centra en la teoría que afirma que Earhart y su copiloto Frederick Noonan, pudieron haber amerizado y llegar al atolón de Nikumaroro, una isla desierta que ha presentado momentos puntuales de ocupación humana. Allí, en una isla sin agua potable y con pocas capacidades de alimentación, es posible que murieran de sed, hambre, o de cualquier infección.
Pero parece que hay algún tipo de base, más allá de las conjeturas, que pueda dar alas a la expedición. En diversas visitas a la isla se han encontrado diverso objetos humanos típicos de los años 30, entre los que hay un frasco de crema para las pecas (Amelia Earhart era muy pecosa), una navaja muy similar a la de la aviadora, dos zapatos (uno de hombre y otro de mujer, un trozo de aluminio y partes de plexiglás que parecen ser parte de la ventana de un avión. Indicios que los organizadores consideran más que suficientes para llevar a cabo esta misión de rescate de los restos.
National Geographic, por su parte, ha querido llevar perros rastreadores, especialistas en rastreo de restos humanos, que puedan dar con huesos para poder analizar el ADN de los mismos. Estos cuatro expedicionarios, con tan importante misión, responden al nombre de Marcy, Piper, Kayley y Berkeley. Esperemos que con la ayuda de los perros se ponga fin a 80 años de uno de los misterios más apasionantes de la historia de la aviación.