"El mundo se va a la mierda, vamos a celebrarlo", es lo que parece querer decir la compañía catalana a través de este espectáculo.
Para ello, se vale de dos poderosos elementos con un gran componente simbólico: los plátanos y King Kong. Son dos tótems del sistema, dos bestias insaciables que necesitan crecer sin límites, grandes devoradores de recursos, iconos de masas pero sobretodo, una condena inevitable para un sistema que no puede dejar de crecer aunque esto nos empuje hacia la extinción. Y si éste es el destino de la humanidad, ¿qué vamos a hacer, llorar?. No, porque ahí están los plátanos, al alcance de todos, inocentes, dulces, viriles, baratos. En 1890, nadie en Occidente había visto ni comido un plátano. En 1920, ya era el Rey del supermercado.Los plátanos, la industria bananera y sus pioneros, resultan un ejemplo perfecto de cómo funciona el sistema capitalista contemporáneo. Una historia con un aliado perfecto: King Kong. A través de él y lo que representa se muestran los mecanismos que actúan dentro del sistema económico y social de Occidente.
La obra se despliega superponiendo diferentes tramas que se van mostrando principalmente mediante el uso de cámaras de video, maquetas y proyecciones. Pero en esta ocasión, la compañía apuesta por los elementos en vivo: música, performance y movimiento junto con los objetos y las videoproyecciones.
En Kingdom el espacio escénico está ocupado por unas grandes mesas repletas de objetos, las cuales sirven para narrar la historia.