El flamenco está vivo y para sentirlo hay que entrar en contacto con él. La asociación socio cultural La Guajira se encarga de poner un escenario cada miércoles del año a músicos, bailaores, cantaores y demás artistas para difundir este sagrado arte. Cuando el buen tiempo se acerca, la azotea abre sus puertas, como telón de fondo la Alcazaba, el techo es el cielo raso. El arte colorea el barrio con eso que los flamencos llaman: “el duende”.
Anoche el cartel anunciaba el baile de Tony y Luis Santiago, para completar el cuadro suelen acompañar un guitarrista y dos voces, pero la fortuna quiso que se subieran a las tablas 9 grandes del flamenco almeriense. Todo sucedió de forma improvisada, comentaba Cristo Heredia y añadía: “Este cuadro de artistas es propio de un festival, pero se lo hemos querido regalar (a la Guajira) esta noche”.
La primera parte de la actuación arrancó por jaleos para introducir el baile de Tony Santiago. Este almeriense es flamenco hasta en la pose, como si fuera algo que su cuerpo respirara. Un hombre alto con mucha presencia en el escenario, su talento es natural y ha compartido escenario con artistas como Poveda o Farruquito. A ratos parece de otra época, a ratos cuando hace compás con las palmas o zapatea se intuye que escapa del mundo físico, es ahí cuando el público conecta con él, cuando hace arte.
La actuación siguió por fandangos de Huelva mecido entre las voces de Antonio El Genial, Cristo Heredia y Edu García. Cada uno tiene su particular matiz, sin embargo, se profesan tal fraternidad y hermandad, que conmueve ver como se dan paso el uno al otro y disfrutan del cante, como si en ese momento solo fueran amantes del flamenco y, no solo cantaores dando un espectáculo. El flamenco no es solo música, baile y compás; son una serie de valores muy propios del pueblo gitano, algo que se transmite entre generaciones y se expresa a través de este arte.
Un grupo de jóvenes flamencos que guarda las formas viejas, así Luis Santiago bailó de traje y chaqueta con chaleco, pero abiertos para demostrar el júbilo de la fiesta. Llevaba un foulard al cuello que desplegaba con gracia, además de sus movimientos por el escenario y su buen hacer, que despertaron más de un aplauso entre el público. Hacia el final de aquella soleá por bulería un pequeño espontáneo, no más de un metro de altura, se puso de pie frente al escenario, desafiante, era el hijo pequeño del bailaor, quería acompañar a su padre, pero su hermano salió al paso. Durante el fin de fiestas los dos pequeños demostraron que es eso de llevarlo mamado.
Uno de los artistas invitados era Diego Navas de Benidorm, una nueva incorporación, explicaban los artistas almerienses. El bailaor alicantino se arrancó por alegrías y pronto tuvo al público en el bolsillo. Destaca en su baile la rapidez en los pies, un frenético zapateado que levanta las pasiones de quienes lo presencian. Sus compañeros y el público guajiro lo despidieron en pie, así fue su presentación en Almería. Era la primera vez que bailaba con los compañeros mediterráneos. Cristo Heredia decía: “esa es la magia del flamenco”.
Durante los tangos algunos presentes en el público seguían el compás. El conglomerado estaba formado por algunos familiares de los artistas, artistas almerienses, guiris, erasmus, aficionados al flamenco, etc. Este palo rápido y que lleva a la fiesta, como toda la actuación fue acompañado por las guitarras de Eduardo Aguilera y José Bellido, quienes dejaron el protagonismo a los cantaores durante toda la actuación, como el palmero José Andrés Heredia.
La noche la cerró una seguiriya cantada a tres voces donde destacó la interpretación de Antonio el Genial mientras bailaba Tony Santiago. Muy flamenco el bailaor se quitó la chaqueta, se sacó la camisa, gesto que despertó los vítores del público y bailó con descaro, sufrido, apretado. Una actuación memorable en la que tres hombres fueron los protagonistas del baile más tradicional y autodidacta.