Lucio Fontana comienza su carrera como escultor en Rosario (Argentina) a mediados de la década de 1920 en el negocio de su padre, donde realiza escultura funeraria para los cementerios de una ciudad con importante presencia de inmigrantes italianos. El artista se traslada entonces a Milán para formarse en escultura clásica. Durante los años 30 desarrolla su carrera en Italia, centrándose en la escultura y el relieve en yeso, terracota o cerámica.
A partir de los años 50 utiliza materiales reflectantes como purpurina o fragmentos de vidrio en sus pinturas perforadas.
En el contexto del renacer económico italiano de posguerra, la carrera espacial y la creciente amenaza nuclear de la Guerra Fría, Fontana crea sus obras más icónicas: los Cortes (Tagli). En 1959 comienza una serie de pinturas con forma de hexágonos, pentágonos, círculos y otros perímetros irregulares.
Durante toda su carrera, Fontana experimenta con materiales y superficies reflejantes. Sus cerámicas de los años 30 ya explotan los efectos luminosos de los barnices , el pan de oro y el mosaico, y en sus pinturas, utiliza fragmentos de vidrio, pintura brillante y de oro y plata. Al artista le fascina el dorado. Estos materiales le permiten continuar su exploración de las posibilidades envolventes del cuadro, así como su profundidad y relación física con el observador.
A través del movimiento que denomina Espacialismo, Fontana busca la síntesis de las artes y su enfoque multidisciplinar amplía la noción de la experiencia artística englobando el espacio en su totalidad. Es pionero de las intalaciones inmersivas, que denomina Ambientes espaciales, y de los experimentos con la luz eléctrica en el espacio, incluyendo el uso de los tubos de neón.