La vida es sueño: ni tiempo, ni espacio

Tres valencianos se aventuran a versionar la obra más conocida de Calderón de la Barca al cómic y el resultado atrae a la lectura a público de todas las edades.
Irene Cortés
España
08.04.2019
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“…Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son”.

Este es el final del conocido monólogo de Segismundo en La vida es sueño, de Calderón de la Barca, un texto que se ha convertido en parte de la época que nos abraza a pesar de nacer en el Siglo de Oro de las letras españolas, debido a su actualidad en lo que plantea y a la universalidad de los temas en él desarrollados.

Era 30 de marzo de 2019. La cita tenía lugar en el Museo de la Guitarra, donde se celebraba la XXXVI edición de las Jornadas de Teatro del Siglo de Oro de Almería. Tres intensos días de conferencias y mesas redondas con diferentes especialistas que agasajaron al público asistente con sus conocimientos sobre literatura y arte escénico. Y, en la mañana de aquel sábado, casi como colofón, la presentación de una adaptación al cómic de la obra cumbre de Calderón. Al frente de la misma, Ricardo Vílbor, creador del guión, Alberto Sanz, ilustrador, y Mario Ceballos, colorista. Moderaba la mesa redonda la profesora Evangelina Rodríguez Cuadros, Catedrática de Literatura Española de la Universitat de València. Esa era la escena que se presentaba ante mis ojos; lo que sigue a continuación aún dudo de si fue sueño o realidad.

Hay certezas ante las que no se puede pasar con los ojos vendados, dejar transcurrir el tiempo y que la vida nos ponga otros caminos por delante que nos desvíen de esa verdad que vimos tan clara un día. Creo que eso fue lo que le ocurrió a Ricardo Vílbor cuando, allá por los noventa, leyó a Calderón y quedó impactado por su obra. Y es que, cuando algo te sacude así de fuerte, el eco del temblor llega hasta décadas más tarde y sientes que tienes una deuda que pagar, aunque nadie, salvo tú mismo, te pregunte por el resultado. Ricardo asistía por aquel entonces a las clases de literatura de la que era su profesora, Evangelina Rodríguez Cuadros, quien supo conducir sus lecturas y su curiosidad por el entramado escénico de las obras del Siglo de Oro español. El destino o los astros –como diría el propio Basilio, rey de Polonia, de la obra que nos ocupa-  hicieron que Ricardo condujese sus pasos hacia el mundo de la docencia y que, además, su imaginación siguiera estando ocupada en otra labor, la de escritor.

Los que nos hemos dedicado alguna vez a la enseñanza sabemos que no es fácil captar la atención de un alumnado que, en estos años digitales, atiende a  la fuerza ejercida por la imagen por encima de la palabra escrita. Así las cosas, en la mente de Ricardo Vílbor se iba gestando la manera en que hacer realidad aquello que sintió en sus años como estudiante: adaptar La vida es sueño al cómic como vehículo de transmisión de la obra a un público joven que merece también el regalo de conocerla.

Entretanto, también en Valencia, Alberto Sanz ejercía la labor docente en la universidad y un joven Mario Ceballos fue uno de sus alumnos. Parece que el arte llama al arte cuando se unen el dibujo y la literatura para formar equipo en un proyecto que nace de la ilusión común como motor principal. Alberto y Mario, expertos en el campo de las Bellas Artes y con numerosas aportaciones a la animación en 3D y al story-board, tenían las armas adecuadas –una clase de espada como la que Clotaldo regalara a Rosaura- para que las palabras que flotaban en la imaginación de Ricardo dieran la mano a las imágenes que les correspondían. Eso y una suerte de coincidencias editoriales dieron como fruto la publicación del cómic de La vida es sueño por Panini Evolution en 2018. Guión, dibujo y color subidos a un mismo barco. Cualquiera se habría dado cuenta, al verlos, de que llegarían a puerto seguro.

Tras una animada presentación de la obra en las jornadas, donde el público participó activamente haciendo preguntas sobre el proceso de creación y felicitando a los autores, los allí asistentes salimos de la estancia con una renovada creencia en que los sueños se cumplen y ansiosos por adquirir el libro.

Y, claro, después de comprar la versión en cómic de La vida es sueño, lo siguiente que apetece hacer es regalarnos un tiempo para leer este volumen. Quiero explicar mis sensaciones sin desvelar ningún detalle fundamental de la trama, pese a ser consciente de que muchos habrán leído el texto original de Calderón. La obra creada por Ricardo Vílbor, Alberto Sanz y Mario Ceballos tiene varias características que voy a enumerar: es fiel al sentido original, adapta el contenido para que sea entendido por lectores de todas las edades, transmite los valores que Calderón de la Barca utilizó para que se convirtieran en llama de reflexión universal –más allá del tiempo o del espacio-, las imágenes son fácilmente identificables con los rasgos y el carácter de los personajes y el color y la luz –tanto como los momentos de oscuridad- crean un ambiente perfecto en el que, además, encontramos símbolos y otras figuras literarias que no sólo son palabras sino que aparecen para ser percibidos por otros sentidos.

Estaba terminando de leer esta adaptación de La vida es sueño y no sabía el tiempo que había transcurrido, desconocía si había leído un libro, disfrutado de un cómic, visto una película dentro del volumen que sostenían mis manos o asistido a una obra de teatro. Sólo recuerdo que viví con todos ellos, sus protagonistas, durante unas horas –con Segismundo, Clotaldo, Basilio, Rosaura, Clarín, Astolfo y Estrella-, que me emocioné al rememorar algunas frases, que esas palabras me condujeron a pensar –una vez más- en la importancia de la educación, de la literatura, de la cultura y del arte. En definitiva, cerré el libro pensando en la necesidad de que se fomenten obras como esta que acercan a los estudiantes a una literatura de calidad, que mueven a cualquiera que sea su receptor a sentarse unas horas a leer, a huir de los “ruidos” que nos atormentan, que ayudan a que nos dejemos llevar por la imaginación, a reflexionar sobre el sentido de la vida, a ser un poco mejores. Aún me duran la sonrisa y el nudo en la garganta.

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