Super mamá tiene que volver al trabajo

Por Marga Font Roig.
Edurne García Ordóñez
España
21.11.2018
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Y, de repente, nos llevamos un gran susto. Claro, ahora que ya estábamos en racha, no podía ser todo tan fácil… Cuando mamá estaba de 16 semanas (4 meses) se notaba tremendamente agotada. Se supone, o al menos la regla general es que el primer trimestre es el de las náuseas y los mareos; el segundo, es el momento en el que nos sentimos mejor y más pletóricas y, después, ya tomamos carrerilla a la recta final del tercero, y de nuevo vuelve el cansancio; pero esto no es una ciencia y cada embarazo es un mundo. Yo seguía trabajando, intentando dar clases y lo peor que pude hacer, fue no hacer caso a nuestro malestar hasta forzar la máquina.

Recuerdo que estábamos de pie escaneando unos documentos cuando, de repente, empecé a notar unos pinchazos muy fuertes. Si Alien fuese un personaje real, hubiera jurado que lo tenía dentro. Me tuve que sujetar al escáner, respirar hondo y, como pude, llegué al servicio. Había notado que necesitaba orinar más de lo habitual, pero justo esa micción fue horrible. Si me dicen que llevo un soplete pegado y que nos están soldando, me lo hubiese creído. Esas gotas me partieron por dentro y tuve claro que nos teníamos que ir a urgencias.

El karma tiene mucho que ver

Como ya sabes que tengo ideas para todos los gustos y tomo decisiones a bote pronto, en lugar de avisar a tu padre o a tu abuela Micaela, aquí tu madre decidió ir sola al hospital. El karma tiene mucho que ver, porque al llegar vi muchísima gente en la sala de espera y me dijeron que el sistema operativo se había caído, y tenían mucho retraso. Al comentarles los síntomas, me hicieron las pruebas enseguida y me dijeron que intentarían atenderme cuanto antes. Llevábamos una horita esperando y cuando fui a preguntar si nos quedaba mucho, me dijeron que lo mejor era que me fuese a casa y regresara por la tarde. Nos respetarían el turno y no me pondría más nerviosa. Sí, ya sé que en este caso lo más prudente hubiese sido quedarnos y avisar, pero no, tu super mamá tenía que volver al trabajo, porque su sentido de la responsabilidad o la gilipollez del momento le decía que tenía temas pendientes; así que, con menos dolor, pero igual de asustada, volví a mi puesto.

Me imagino que ya de haber podido hubieses tirado del cordón, como si quisieras parar un tren y protestar; pero pobre, qué ibas a hacer tú, más que retorcerte para que yo notase que NO íbamos bien.

Aguanté un par de horas hasta que ya no pude más y la sensatez me visitó. Con toda la calma que pude reunir llamé a tu abuela y le dije que no me encontraba bien, y que por favor me acompañase al hospital. Preferí contarle la verdad en persona, porque si se lo llego a explicar por teléfono la veo capaz de salir de los auriculares y darme dos tortas.

¿Por qué?

¿Por qué no avisé a tu padre? Espero que puedas entenderlo, pero papá y yo trabajamos a bastantes kilómetros de distancia y sé que por nosotros haría cualquier cosa, pero también sé que cogería la furgoneta y no tendría en cuenta ni velocidad, ni atascos con tal de llegar raudo, y no quise asustarle. Sí, puede que sea exceso de protección, pero ya iremos mejorando.

Cuando llegué al hospital me encontré a tu abuela y si cerraba los ojos me la imaginaba echando humo y pataleando; menos mal que la realidad se impuso y, como siempre, con un abrazo y un “mira que aguantar tú sola”…; entramos. La doctora tardó un poquito en recibirnos, pero las pruebas revelaron una cistitis (es una infección bacteriana del tracto urinario, que se extiende hasta la vejiga, donde causa la irritación de la mucosa de la vejiga y los síntomas de inflamación) rabiosa, y una colección de bacterias de todo tipo. Las defensas de mamá se habían ido a tomar viento fresco y todos los microbios posibles se estaban dando un festín con nosotros. A esto le sumamos un cuadro de ansiedad por los dolores y le añadimos que los pinchazos eran contracciones que tú estabas provocando, porque tienes más sentido común que quien te lleva, y estabas avisando de que algo no iba bien. Nos explicaron que incluso han llegado a poner las famosas correas -monitorización fetal- cuando hay infecciones tan severas.

Pánico a la vista

No nos quedó más remedio que recurrir a los antibióticos. Sí, siempre te dicen que hay que evitarlos, pero si queríamos que el buffet bacteriano se cerrase pronto teníamos que portarnos bien. No sólo con el tratamiento, sino aceptando que no podíamos seguir así. Super mama tenía que quitarse la capa, colgar el traje y de una vez reconocer que lo nuestro no sería un embarazo al uso. Pánico a la vista.

Visita ginecológica, visita al psiquiatra, visita al médico de familia y resultado unánime. Ha costado mucho que tú estés aquí, luchando por seguir adelante y tu mamá NO estaba yendo a la par, así que la temida sentencia fue validada por los tres profesionales: PISA EL FRENO y REPOSO.

Lo más bonito de mi vida

Lo llevé fatal. En pocas palabras, me estaban diciendo que me tocaba estar de baja laboral y vivir el resto del embarazo a una velocidad totalmente distinta a la que yo me había impuesto. Ahora recuerdo cuántas veces me dije a mí misma esa frase de, “a ver un embarazo no es una enfermedad”, y cuando lo repetía 3 o 4 veces me veía trabajando hasta el último día, con mis clases, mis proyectos y una tripa que a medida que fuese creciendo, me recordaría que lo más bonito de mi vida estaba ahí. ¡Qué si quieres arroz Catalina!

Botón de PAUSA

Tu abuela se enfadó con migo, y con razón, porque ella, cuando me estaba esperando, tuvo que hacer reposo absoluto durante 7 meses. Lo suyo era estar tumbada todo el día y sólo podía salir para los controles médicos, siempre acompañada y en coche. Mi reposo no era absoluto; tenía que desconectar por completo la mente y cuidar mucho el recipiente en el que estás con paseos, ejercicios en la piscina, dieta sana, descanso cuando y cuanto hiciese falta y sobre todo aceptar y asumir que este hecho no me convierte en una blanda, una enferma o cualquier otro improperio que yo solita me he dedicado. No, simplemente mi cuerpo, sumado a mi revolución hormonal me han exigido que, por una vez en la vida, pulse el botón de PAUSA y no me sienta culpable… De fácil no tiene nada, te lo aseguro.

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