Año de 1586. En la Corte y Villa de Madrid vivía un pastor de ovejas de más virtud que años y más devoción que sabiduría, sobre todo a la Virgen María. Mientras pastoreaba a su ganado no dudaba en rezar con su rosario a la Virgen hincando sus rodillas. Sin embargo, el Diablo perturbó su religiosidad con feas imaginaciones y torpes pensamientos con el fin de apagar su devoción.
Consciente este pastor de que podría meterse en un lío con la Inquisición, no cesó en rogar a la Virgen que le diera fuerzas para poder combatir aquellos pensamientos. En una ocasión, cuando acudió a confesarse, el propio Diablo se cruzó en su camino, lo agarró por el cuello y estrujó su garganta para ahogarle; gracias a este ataque demoníaco que sufrió el pastor, decidió no confesarse.
El pastor entendió que no podía relatar el tormento que vivía por parte del Maligno. De hecho, cada vez que lo intentaba, algo le estrujaba la garganta o le trababa la lengua. Por tanto, el único remedio que tenía era enfrentarse él solo ante aquel enemigo mediante rezos a la Virgen.
Viendo que el pastor madrileño resistía, Satánas decidió tomar forma humana, concretamente de un cortesano del rey. Este le comenzó a decir que no entendía por qué rezaba tanto, convenciéndolo que, si dejaba de hacerlo, ni Dios ni la Virgen se iban a ofender. El humilde pastor siguió se puso a orar en el momento en que aquel extraño cortesano se dio la vuelta, por lo que el Diablo quiso pasar a una siguiente fase.
Satanás, viendo que no estaba teniendo éxito, decidió tomar forma de ermitaño anciano capaz de curar todos los males del alma. Se fue ganando poco a poco la voluntad del pastor a través de cariño y compasión. Finalmente, el ganadero sucumbió contando aquellos pensamientos lascivos que tenía, diciendo que dudaba de la pureza de la Virgen.
El Diablo convertido en ermitaño comienza a decir al apesadumbrado pastor que eso es un pecado que solo se cura a través del martirio, concretamente a través del ahorcamiento en un árbol, quemándose en un gran fuego o tirándose a un lago. Si no se suicidaba, no escaparía del infierno.
El pastor quedó muy confuso. Le apretaba el escrúpulo, temía al infierno y le afligía la muerte, pero no quería defraudar a Dios. Por tanto, decidió suicidarse como había recomendado Satanás, para por lo menos ser visto como un mártir.
Para ello, decidió encender un fuego y entró en medio de las llamas. Sin embargo, apareció la Virgen, que apagó el fuego y le sacó sin lesión alguna. Viendo que no habían funcionado la hoguera, decidió tirarse a un lago, pero la Virgen le salvó de no ahogarse. Como última forma que le había recomendado Satanás bajo la forma de ermitaño anciano, el pastor decidió ahorcarse en un árbol, aunque la Virgen cortó la soga, no permitiendo que muriera.
El pastor finalmente se dio cuenta que tenía el favor divino, por lo que comentó su caso a la Inquisición. Cuando iba a confesar a un padre del Santo Oficio que había en Madrid todo lo ocurrido, el Diablo comenzó a oprimirle la garganta, por lo que el comisario optó por coger un lignum crucis, se lo puso sobre la garganta del pastor y deshinchó la garganta del oprimido. Así consiguieron espantar al Maligno.
Finalmente, el pastor madrileño pudo confesar su arrepentimiento por dudar de la pureza de la Virgen. El religioso que le había liberado del Diablo le reprendió, pero también absolvió de cualquier pecado. Así, se acabó el calvario de aquel hombre, que por poco no acaba con su vida a causa de las tentaciones del Diablo.
La leyenda del pastor madrileño que casi se suicida a causa del Diablo
Esta leyenda, muy poco conocida, tiene un final feliz al interceder la Virgen por el malogrado madrileño
Te puede interesar
Suscríbete al boletín
¡sé el primero en recibir noticias frescas de una manera conveniente para ti!