El 7 de noviembre de 1823 fue ejecutado el general Rafael del Riego en la madrileña Plaza de la Cebada. El rey Fernando VII no le perdonó su pronunciamiento en Cabezas de San Juan tres años antes, donde perdió su poder en favor del liberalismo. Humillado y con el deseo de recuperar su poder absoluto, el monarca no dudó en avisar a los Cien Mil Hijos de San Luis.
Los Cien Mil Hijos de San Luis derrotaron al general Riego en la batalla de Jódar. Fue hecho prisionero y trasladado a Madrid a mediados de septiembre de 1823. A pesar de haber sido sometido a un proceso, fue condenado a la horca y a la posterior desmembración de su cuerpo.
Los últimos días de Rafael del Riego fueron horribles. En un estado deplorable y sumido en la locura, pedía clemencia al rey ante las risotadas de los absolutistas y las burlas de aquellos que no hace mucho le habían apoyado.
Cuando fue llevado al patíbulo, fue arrastrado en un serón por las calles de Madrid. Con un gorro negro en la cabeza, el general Riego no paraba de llorar y de besar una estampa religiosa. Finalmente, fue ahorcado y decapitado en la Plaza de la Cebada.
Cuenta la leyenda, como asegura El Punto sobre la Historia, que después de su ejecución, los allí presentes comenzaron a jugar al fútbol con la cabeza del general, como si de una pelota se tratase. Habría sido una forma de burla y de escarnio público muy particular para la época, cuando el fútbol todavía no estaba asentado en España. Con esta escena macabra se acabó la historia de un personaje que se ha convertido en símbolo del liberalismo, cuyo nombre da título al famoso himno republicano.