Cerca de la plaza madrileña de Herradores se encuentra la calle del Bonetillo. Este callejón no tendría sentido sin la figura legendaria de Juan Henríquez, clérigo que vivió en esta calle y que fue protagonista de un curiosa leyenda.
Juan Henríquez, que era religioso de día y truhán de noche, era conocido por ser un mujeriego y por batirse en duelo con todos los hombres que se interpusieran en su camino. Siempre llegaba a su casa a altas horas de la madrugada y su ritmo de vida era muy difícil de seguir.
Sin embargo, una noche cuando volvía a su hogar del Madrid de los Austrias, se topó con una dantesca escena. Vio cómo en su calle se paseaba un cortejo fúnebre en dirección a la iglesia de Santa Cruz. Su sorpresa llegó cuando preguntó por la identidad del fallecido: era Juan Henríquez, o sea él.
Al día siguiente, creyendo el religioso que era una broma, se presentó en dicha iglesia madrileña para ver quién era realmente el muerto. Al ver que el acta de defunción coincidía con él, montó tal escándalo que fue encarcelado durante cuatro años por alteración del orden público y suplantación de identidad.
Después de pasar su condena, un arrepentido Juan Henríquez volvió a su antigua casa, donde se encontró en el tejado colgado su viejo bonete negro de sacerdote. El bonete permaneció así durante años, incluso después de haber fallecido el religioso; a pesar de que desapareció con las lluvias y los vientos, el rincón donde vivía Juan Henríquez pasó a ser conocido como calle del Bonetillo, en recuerdo de un suceso entre la realidad y la leyenda.