El 9 de junio de 2018 siempre formará parte de nuestras vidas. Esa mañana de sábado, cuando pensé que hacía una tontería, me llevé la sorpresa más bonita del mundo y he decidido que cuando seas más mayor te gustará leer estas páginas para conocer tu historia.
Un poco de orden
Ojalá supiese cómo ordenar todo lo que quiero contarte, pero no soy capaz, así que espero que esta especie de diario o cuaderno de notas nos sirvan a los dos para creernos que hemos llegado hasta aquí y que en unos meses te tendré conmigo y podré decir alto y claro lo mucho que te quiero y lo deseado que eres.
¡Bienvenido al mundo!
A lo largo de estas páginas sabrás quiénes son tus abuelos, tu familia, los amigos que nos han acompañado a lo largo de esta travesía, tus perros y seguro que también habrá muchas cosas que no entenderás: ¡bienvenido al mundo!; pero haré lo posible por explicarme. Sólo sé que hay dos personas que, sin ánimo de desmerecer a las demás, necesitan mención especial: tu padre y tu abuela Micaela.
Yo te voy contando y, si acaso, tú me preguntas.
Cuando tenía 33 años conocí a tu padre. Había salido de un par relaciones complejas y otras de las que apenas guardo recuerdo. Tu padre es lo que llamamos un “santo”. Claro que tiene su carácter y hay que reconocer que no es la alegría de la huerta, ni la persona más expresiva del mundo, pero para eso ya estoy yo. Digamos que yo soy la sal del guiso y el pone el resto. Cuando me elevo rodeada de globos y pierdo de vista la realidad, viene él y con mucho tacto me baja de la nube y así seguimos andando. Es una bellísima persona, un poco soso, pero ya te darás cuenta de que noble lo es un rato; te aseguro que es la mejor cualidad para compartir tu vida con otra persona.
"¿Has pensado en tener hijos?”
Llegamos así a los 34 años biológicos de tu madre. Recuerdo esa revisión ginecológica y las palabras de la doctora, que han resonado más de una vez en mi cabeza. Tras un diagnóstico favorable, nos sentamos en su mesa y me dijo: “Marga, ¿has pensado en tener hijos?”. En ese momento lo único que pensaba era en vivir el día a día al lado de tu padre y se lo dije claramente: “doctora, hace menos de un año que estoy con mi pareja y no es momento de pensar en niños”. Ella muy seria me miró y me dijo: “recuerda que tienes 34 años y que a partir de los 35, biológicamente, como mujer no serás joven”. No le di importancia y al final acabé con folletos varios sobre las distintas posibilidades que la ciencia ponía a mi alcance: la congelación de óvulos parecía la opción más sensata; pero…cuando vi el precio, la descarté por completo. Sí peque, un plan no apto para sueldos medios. Así que…
El tiempo perfecto, no existe
Cambié de ginecólogo, porque la siguiente revisión fue un nuevo recordatorio de que por dentro había envejecido y bla, bla, bla. Tal vez en ese momento debería haberla escuchado con más atención, pero aprenderás en esta vida que lo del tiempo perfecto, no existe. Es demasiado pronto para que te explique la paradoja entre “tienes conocimiento, pero no experiencia” o “ahora sería el momento si…”. Un Si condicional que tiene mucho más peligro e implica más riesgos de lo que crees.
Sensibilidad estética
Así pasaron unos años. Los dos mejoramos en nuestros puestos de trabajo y, además, de una forma un tanto peculiar (ten presente que tus padres son dos entes muy independientes y opuestos) me trasladé a su piso de soltero. Una vivienda no apta para personas con sensibilidad estética. ¡Cuántas veces no le habré dicho que no es posible amueblar tan mal y con tan poco criterio una casa! Si no entiendes del todo esta parte no te preocupes, seguro que algún día hará alguna combinación extraña y se te saldrán los ojos de las órbitas.
¡A Nueva York!
En 2017, cuando tenía 37 años, decidimos que era el momento de dejar las trabas para que tú llegases, y nos pusimos manos a la obra. Se dejan las pastillitas y a esperar. Nos fuimos en marzo a Nueva York y con lo soñadora que es tu madre ya me imaginaba lo espectacular que sería concebirte en la Gran Manzana. Nada de París. Tú estarías sellado en Madison Avenue con la 5ª Avenida.
Un corazoncito en el móvil
No fue así, y aquí es cuando tu madre cometió uno de los muchos errores de su vida: olvidar que encargarte no es sólo una cuestión biológica, una transacción, sino que es mucho más: es disfrutar juntos y no perder la ilusión. Tú no llegabas y cada regla era un drama. Me bajé todo tipo de aplicaciones para saber qué días era más fértil y si el móvil no ponía un corazoncito con más de un 80% no importaban nuestras ganas. No, teníamos que esperar para que yo llegase plena, madura (ufff, qué mal suena esto ahora mismo) al día señalado.
Tiro a puerta
A otras mujeres les habrá ido de maravilla tener este control y seguro que han podido concebir a sus bebés, pero en mi caso era frustrante y empecé a pagar mi desánimo con papá. Yo ya me había olvidado de lo divertido y sensacional que es el partido cuando lo juegas al 100%. Importaba el tiro a puerta y si no había gol, caída de moral en picado. Para que el ‘esférico’ entrase bien probé las distintas versiones tipo: ponte con las piernas al aire, no te duches después, cierra bien las piernas durante unas horas y así todo lo que quieras. Es decir, ni un contorsionista preparando una audición para el Circo del Sol se lo curra tanto y aun así…tú no llegabas.
El toro y la vaca
Claro que hubo un momento en el que tuvimos que hablar, básicamente porque tu padre, con mucha sensatez, me recordó que en esta vida ni él era un toro ni yo una vaca y esto se nos estaba yendo de las manos. Me dolió que lo viese así, pero tenía razón y por eso decidí que en lugar de buscarte a lo loco nos pondríamos en manos de los profesionales. Lo primero fue desactivar todas estas aplicaciones para saber si toca partido o hay descanso en la liga. Lo dicho, a todas las parejas que lo han conseguido siguiendo una notificación virtual enhorabuena, pero a nosotros no nos funcionó.
'Uno' entre miles
Antes de entrar en este periplo tengo que explicarte que tu madre no ha gozado nunca de una salud de hierro. Llegué a este mundo con dificultad y siempre me he pedido las enfermedades más extrañas, las hernias más raras, es decir, todo lo que sea uno entre miles, me encanta. Es más, todavía no he conocido a nadie con otra Hernia de Spiegel y eso nos hace un poquito especiales.
Medusa cojonera
En septiembre me picó la medusa más cojonera del Mediterráneo; sí de una simple picadura pasamos a una macro infección que me dejó por los suelos. Añadí un poco de sustancia a octubre, con una quemadura con agua hirviendo en la mano izquierda y ya me lancé con un paroxismo de migraña. Bueno, nos situamos en noviembre y una mañana la cabeza me explota. Un dolor que no le deseas a nadie, que se pasó con una pastillita y unas inyecciones pero que me provocó una reacción alérgica descomunal. ¿Por qué te cuento todo esto? Ten un poco de paciencia, porque no me he ido por las ramas.
Cóctel inédito
Recapitulemos: medusa cojonera + más agua hirviendo (herida infectada) + paroxismo + reacción alérgica suman un cocktail que todavía no se ha inventado y que de cara a una analítica completa pueden alterar el resultado… Quédate con esta última frase: alterar el resultado.
El combinado
En diciembre tuve una consulta con mi ginecólogo y cuando le dije que, después de casi 1 año, no dabas señales de vida me pidieron una analítica completa, especialmente la parte hormonal. Así tendríamos un punto de partida. Acuérdate de que el cuerpo de mamá llevaba encima un combinado antibiótico regado de cortisona… Este punto se lo recalqué en varias ocasiones al doctor. Siempre había pensado que a la hora de hacerte una analítica no sólo tienes que hacerles saber si tienes el periodo, sino que todo lo que pueda modificar el resultado normal es imprescindible ponerlo en conocimiento antes de la extracción (no soy médico, así que tampoco lo voy a asegurar). Me hice esta analítica, el 23 de diciembre de 2017, y maldita la hora.
Evaluados
Dejando de lado algunos valores que rozaban la línea entre lo esperado y lo que necesitaba mejorar, nos vamos a la FSH. Sí, la hormona foliculoestimulante, que como indica su nombre: se solicita para evaluar la fertilidad de la pareja, en caso de que tengan dificultad para quedar embarazados. Nunca he sido partidaria de leer los resultados, o mejor dicho, intentar entenderlos, porque ya lo hice años atrás con un problema hormonal y casi me da un pasmo del todo innecesario, así que lo dejé para el profesional.
De 'natural', positiva
Llegamos así al 11 de enero de 2018. Esa tarde lluviosa de invierno fui sola a buscar los resultados, porque como soy de natural positiva y optimista, no esperaba semejante mazazo. Tocó mi turno, me senté en el escritorio y cuando vi la cara del doctor y su ayudante ya no me hizo falta hacer de Colombo, para saber que algo no iba bien. No me queda del todo claro todo lo que me dijo, pero sí tengo grabado a fuego el garabato que empezó a señalar encima del resultado de la FSH: 23.7. Lo que podría ser una cantidad te aseguro que se convirtió en miles de agujas clavándose al mismo tiempo y una sola frase categórica: “Marga, con este resultado es prácticamente imposible que puedas ser madre de forma natural”. En ese momento perdí el habla -cuando me conozcas verás que esto pasa en muy pocas ocasiones-, y lo único que volví a escuchar fue que tenía que ponerme manos a la obra a la mayor brevedad y para eso me derivaba a la Seguridad Social (nuestro sistema público de salud). Sé que le hice varias preguntas y especialmente quería saber si no había posibilidad de que tanto antibiótico hubiese alterado el resultado. Según parecía, esta probabilidad quedaba excluida. Esta hormona decía que NO y con el NO me fui a casa. Me dijo que estuviese tranquila y que lo mantuviese informado del progreso de la ‘operación Bebé’.
Micaela
No te voy a contar cómo llegué al coche. A la primera que llamé fue a tu abuela, una mujer de un planeta que todavía no sé cómo llamar, porque no existe persona más luchadora que ella. No es humana, dejémoslo ahí. Con voz entrecortada, hipando y presa de un ataque de nervios sólo atinaba a decirle que no sería madre. Cuando consiguió calmarme, llamé a tu padre y creo que no entendió absolutamente nada. Hablarle de hormonas fue como si a mí me intentas explicar las reglas del rugby o un fuera de juego.
Recuperar la ilusión
Esa noche lloré y saqué toda mi frustración. Desde pequeñita y por todo mi historial he sido usuaria de la sanidad privada. Para nada tengo objeción alguna a la pública. Es más, tengo claro que en este país es de lo mejor y además los profesionales suelen ser los mismos. Tener un seguro privado en mi caso es una cuestión de comodidad y rapidez, pero nunca olvidaré que el trato que nos dieron fue excelente y que gracias a ellos recuperé la ilusión.
Sujeto y Complemento Directo
Como ya te he explicado, tu abuela Micaela ha nacido para luchar y no rendirse. Su perseverancia puede llegar a ser agotadora pero, afortunadamente, ella es así y siempre ha sido mi pilar. Nos hacemos llamar Sujeto y Complemento Directo. Su frase “lo primero es lo primero”, marca la diferencia entre hacer las cosas bien o a impulsos, como suele hacer tu madre.
¿Tranquilos?
El primer paso fue concertar cita con una matrona. Nos atendió una chica joven y no por ello sin experiencia. No hizo falta relatarle el caso con todos los detalles, porque según nos comentó, “es una historia que se repite cada día”. No me alegré por ello, pero sientes que no eres la única y cuando, además, te dicen lo de “lo más importante es estar tranquilos”, sólo tienes dos opciones: abandonar la senda del llanto y cambiar de actitud, o hundirte en el pozo y lamentarte por lo que no ha sido. Creo que es fácil saber qué camino tomé.
Sin respuesta
Como el famoso reloj biológico, sí, ese invisible pero que tanto nos determina corría, la matrona solicitó un estudio con un ginecólogo, porque lo más importante era hacer las pruebas necesarias, no sólo analíticas, sino comprobar que mis ovarios estuviesen bien, permeabilidad de las trompas… Sí, puede que te preguntes por qué en la consulta privada no nos hicieron más pruebas, pero no tengo respuesta. Lo lógico sería que pagando cada mes una cuota y haciendo un uso razonable de la póliza, hubiésemos salido escaneados y evaluados en plan Terminator, pero no fue así.
Los 39
Cuando veía un poquito de luz, llegó un nuevo mazazo: la cita con el ginecólogo de la Seguridad Social tenía un retraso mínimo de 7 meses, por lo que tu madre ya habría cumplido los 39 y con ello toda probabilidad de entrar en el programa de fertilidad, se habría evaporado. Tu abuela (que no admite las respuestas vagas) fue a pedir explicaciones y éstas fueron más sencillas de lo esperado: “el doctor titular se jubila, todavía no hay previsto un sustituto y atiende más poblaciones de las que puede”. Otro día entraremos en los males de nuestra SS, pero te diré que sólo es cuestión de moverse, saber informarse y, sobre todo, tener una amiga que también trabaja en el sistema y que al saber de este periplo nos recomendó cambiar de municipio, para poder obtener una cita en un período razonable.
Curioso, en nuestro centro de salud nos decían que tardarían mínimo 7 meses y en este pueblo nos citaron un mes después. ¿Será que la planificación realmente importa?, ¿crees posible que saber organizar los recursos de un centro y la capacidad de atención de sus profesionales puede marcar la diferencia?
Febrero, 2018
Nuestra primera visita fue el 23 de febrero de 2018. Preferí ir sola, porque sabía que si me acompañaba tu abuela me pondría muy emotiva, y era cuestión de mantener la cabeza fría y poder ser lo más concisa posible. No, no le pedí a tu padre que me acompañara. No es egoísmo, pero para algunos temas tenerlo al lado me frena o, como pasa con tu abuela, desata mi lado más sensible y lo dicho: claridad y concreción.
"Aquí, la profesional soy yo”
Me recibió una doctora junto con una enfermera, que al ver mi cara de susto me sonrío y me dijo que estuviese tranquila. La doctora no fue especialmente simpática, pero sí muy efectiva y muy realista. Le conté nuestro caso y cuando me pidió las pruebas le respondí que sólo tenía una analítica; se quedó muy sorprendida y más cuando le dije que no podría concebir por la FSH. La cara que puso de, “perdona bonita, pero aquí la profesional soy yo”, fue muy expresiva y su reflexión posterior me sacudió del letargo. Según me explicó, era muy precipitado diagnosticar un posible caso de esterilidad, basándose únicamente en un resultado de una hormona y en la edad de la paciente. Me hizo una ecografía y me pidió una analítica mucho más completa, que también incluyese la hormona antimulleriana (AHM), que es ‘una sustancia que segregan los folículos ováricos. Su determinación constituye un método novedoso para medir la reserva ovárica que va implantándose en la medicina reproductiva’. Cuando vimos mis ovarios, la doctora me explicó claramente que ella no veía nada extraño y que, si bien era cierto que mi edad podía ser un condicionante, tuviese presente que para fecundar sólo hace falta un óvulo. Es decir, puede que yo ya no fuese una gallina ponedora, pero todavía servía para hacer caldo.
Quedamos en vernos con los resultados y también recordaré su despedida: “y, mientras tanto, intenta ponerte tranquila y practicar todo lo que podáis y os apetezca”. Me guiñó un ojo y cerré la puerta.
La enfermera salió al pasillo y me dijo: “¿ves?, ¿a qué no ha sido tan difícil?”. No supe bien qué responder, pero al llegar al coche y por primera vez en mucho tiempo, me sentí tranquila.
Gallina ponedora y papá gallo
La tranquilidad, igualmente, se convirtió en estupor, cuando abrí la carpeta que me había llevado a la consulta y vi todos los volantes que nos habían entregado. Análisis de todo tipo, ecografías y claro, ahí no sólo hay que valorar si la gallina es ponedora, sino que papá gallo también tiene que pasar por el aro. Para tu padre, una persona muy reservada, y poco fan de los médicos y los tratamientos, tener que pasar por un seminograma, digamos que no fue fácil.
La verdad es que le he preguntado a otros amigos sobre el tema, y aunque parezca que la botella siempre está lista para descorchar y que la espuma salga festiva, no es cierto. No sólo tiene que ser un momento determinado, sino que antes hay unos preparativos y luego ya entramos en lo que a uno le cuesta o no concentrarse; así que, digamos, que él también pasó su momento incómodo, pero necesario.
(Continuará… el martes, 23)