Ignacio Mateos: "El arte debe mostrar en un espejo la realidad"

Ha trabajado con directores como Fernando Colomo o Imanol Uribe e interpretado a su paisano malagueño Pablo Picasso. En "Animales sin collar" es Víctor, uno de sus personajes más complicados.
Laura Alpi
España
14.10.2018
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La plaza Dos de Mayo de Madrid es el lugar de encuentro con el actor Ignacio Mateos. Me confiesa que está nervioso pero sus respuestas claras y contundentes, a lo largo de la entrevista, muestran todo lo contrario. Aunque, como él bien dice, todos tenemos “caretitas”. Durante la charla habla con la calma y tranquilidad que da el haber trabajado muy duro en una profesión que ama y respeta llegando a interpretar al mismo Pablo Picasso en La banda Picasso. Su cercanía nos muestra que ante todo le gusta el contacto con la gente e intercambiar opiniones. Mateos estrena esta semana Animales sin collar del debutante Jota Linares, donde interpreta a Víctor un personaje que ya le está dando muchas alegrías por la cantidad de buenas críticas que está recibiendo. Además, también le veremos en Jauría la obra de teatro dirigida por Miguel de Arcos que recrea el juicio de "La Manada" que se estrena en enero. Ambos proyectos cuenta con personajes complicados y muestran, sin duda, que este puede ser un maravilloso momento para él.

Animales sin collar está basada en Casa de muñecas que es una obra muy feminista.

Casa de muñecas es la obra feminista por antonomasia, la primera que se escribió. Es una mujer que está bajo la sombra de un hombre y llega un momento que tiene que tomar las riendas de su vida. Es entonces cuando decide abandonar. En esta película, Nora (Natalia de Molina) es la primera dama de un político que va a llegar a presidente de la Junta de Andalucía y en un momento determinado ella se siente sobrepasada y necesita respirar. Es un animal sin collar.

Entonces, ese feminismo está representado en Natalia de Molina.

Sí. Natalia, para mí, engloba artísticamente el feminismo en la gente joven.  Hay muy pocos referentes para la juventud ahora mismo. Natalia es una chica muy joven con dos Goyas, que hace lo que le da la gana, que tiene estilo, personalidad… Creo que no había mejor actriz para representar ese personaje.

¿Todos los personajes son animales sin collar?

Sí, todos. El único animal libre quizá sea Félix  (Borja Luna) un amigo que llega.  Es una película que habla sobre todo de las segundas oportunidades y de que todos las necesitamos.

Tu personaje,  Víctor, es un hombre lleno de rabia, frustración, desesperación, desgarro… ¿Cómo te has preparado este papel?

Jota (Linares) y yo somos amigos desde hace muchísimo tiempo y éste es un personaje que escribió pensando en mí. Es una versión libre de Krogstad en Casa de muñecas,  el antagonista de Nora. Un animal herido que chantajea a Nora para conseguir algo. A grandes rasgos Víctor podría ser el malo y mostrarse muy caricaturesco. Sin embargo, yo no creo en esto. Si veo una película y el personaje no tiene nada de humano, no me engancha. Le dije a Jota que necesitaba que me diese total libertad para crear un papel súper empático. Él me dijo que tuviese cuidado porque es un corrupto  y no quería que el público empatizase con alguien así. Al final, entiendes las circunstancias que le han hecho llegar a eso  y sí, es malo, pero también torpe. El personaje tiene un arco con un montón de aristas. Agradezco a Jota que me haya dejado trabajar así porque al final, creo, que ha quedado un resultado curioso.

¿Por qué esa necesidad de humanizar el personaje?

Las personas no somos ni blancas ni negras. Siempre tenemos una “caretita”. Por ejemplo, te estoy hablando ahora, haciendo la entrevista  y estoy muy  bien. Pero por dentro estoy nervioso y por eso estoy fumando. Ese tipo de cosas creo que el actor debe saber plasmarlas y son pequeñas cosas que a lo mejor el espectador no se da cuenta,  no lo intuye o no lo ve. Pero para mí es muy importante a la hora de crear un personaje.

Para ti es más fácil interpretarlo haciéndolo de esa manera.

Total. Si no lo entiendo, no puedo interpretarlo.  A veces el personaje es así  y hay que dejarse de paranoias. Personalmente, intento personalizarlo absolutamente todo y que las palabras me suenen y sean verdad para mí.  Es cierto que luego lo enfatizas. Es decir, dependiendo del personaje, lo exageras, lo llevas a un límite… Pero desde un principio me tiene que sonar a algo que yo haya vivido.

Buscar el punto en común con el personaje aunque a priori sea difícil.

Exacto. Primero tengo que encontrar un punto de partida, un lugar real para empezar a trabajar. En Lejos del mar hacía de yonkie y yo no lo he sido en mi vida. Era un personaje cómico y que daba luz a una película que habla sobre un enfermo terminal. Entonces, la ilusión que yo tenía por trabajar en esa historia junto a Elena Anaya y Eduard Fernández,  lo apliqué a mi personaje. En Animales sin collar, Víctor está herido y necesita una segunda oportunidad;  yo también a nivel laboral. Por otro lado también me ayuda como actor hacerme esta pregunta: ¿Por qué te llaman a ti? Porque yo lo voy a hacer de una manera y otro actor de otra porque tenemos diferentes vivencias. Por ejemplo, para lo que a ti es el amor o desamor, para mí todo lo contrario. Hice un curso hace mucho tiempo con Andrés Lima y nos pidió que buscásemos el momento más potente de amor que habíamos vivido en nuestra vida y a la gente le venía recuerdos de mariposas en el estómago y a mí de repente me vino un momento en el que me separé de mi pareja. Recordé que no quería que se fuera. Si yo afronto a un personaje que está enamorado en ese punto, no es lo mismo  que desde el otro.

Por lo que cuentas eres un actor de método.

Sí, soy método pero a la hora de prepararme un personaje, en el momento de rodar no.

¿Qué diferencia hay?

El actor tiene un trabajo invisible que tiene que hacer en su casa. Luego vienes a rodar y te dicen “acción” y tienes que dejar las paranoias fuera y estar en el punto en el que el director quiere hacerlo.

Pero esas paranoias que te entran a la hora de rodar el personaje, ¿no son también buenas si tienen que ver con él?

Sí, pero el equipo no tiene por qué sufrirlas.

Pero el personaje sí.

Sí, el personaje sí, pero hay veces que los actores hacen de malo y no se hablan con el equipo porque necesitan estar en ese punto. Personalmente, creo que hay que ser práctico y a la hora de rodar tienes que estar al 100%.

Has recibido muy buenas críticas por este personaje.

Me da un poco de vergüenza cuando me lo dicen. Me ruborizo pero lo agradezco mucho. Me encantaría que la película y mi personaje funcionasen, pero también que me den trabajo.

Has trabajado en dos cortos con Jotas Linares (Rubita y Placer). ¿Cómo ha sido el trabajo con él en el largo?

Lo hemos vivido con muchísima ilusión. Creo que mi personaje entraba el segundo o tercer día de rodaje y me pedí el primero. Quería escuchar el primer “Acción” y grabarlo. Él se emocionaba de ver dónde estábamos los dos, yo como protagonista de su película y él como director. Era un rodaje familiar porque muchos nos conocíamos y estábamos súper ilusionados de vernos juntos. Cuando gritaba “Corten”, corríamos a abrazarnos.

Como amigos os sentís muy orgullosos el uno del otro.

Mogollón. Nos admiramos mutuamente y sobre todo había ilusión. Hemos rodado con amor y eso se agradece  porque había mucha libertad para crear y para investigar. Estábamos muy cómodos y eso, a la hora de crear mi personaje, me ayudó mucho.  Hay directores y actores que trabajan desde la dictadura, y creo que eso te impide crecer.

¿Cómo surgió esa amistad entre Jota, Natalia, ese grupo que habéis hecho y que ahora compartís película?

A Jota le conozco desde hace más tiempo porque hice un corto con él en Málaga por medio de amigos. Luego formamos otro grupo por Garaje Lumiere, que es el teatro que abrió Celia de Molina (hermana de Natalia) y Francesco Pozzi,  e hicimos un grupito que es lo que llamamos ahora “Generación Lumiere”. De ahí salió Maggie Civantos, María Hervás… Mucha gente empezamos ahí. Más tarde, hicimos El Antivlog y nos unimos más Natalia, Celia y yo.

Por otro lado, tienes Jauría que es una obra que recrea el juicio de La Manada. Interpretas a Ángel Boza, uno de los agresores.  Antes hablábamos de la humanización de los personajes, en este caso, ¿cómo lo trabajas?

Es complicado. Es justificar de alguna manera al personaje. ¿Cómo llega ahí? Por la educación, la sociedad, de dónde viene, la cultura… Todos somos machistas en algunas cosas, entonces ese rasgo, que está latente en la sociedad, hay que llevarlo a su máximo exponente.

Es un papel difícil de afrontar.

Suena mal, pero me pone (risas). Me apetece mucho. Es verdad que al principio tenía muy poca información del personaje pero a raíz de lo que pasó este verano que Boza robó unas gafas, obtuve más. El texto es más una docu-ficción, la transcripción del juicio. Las preguntas que les hicieron a ellos y a ella. Al ser exactamente igual, el público puede estar viendo una realidad que le conmueva o empatice, o no y posicionarte en un lado u otro.

¿Os da miedo la repercusión que pueda tener?

El teatro y el cine tienen que reflejar lo que pasa y mostrar en un espejo la realidad.

Tengo entendido que la obra es un díptico que no solo se va a basar en el caso de "La Manada".

Exacto, también estará  Port Arthur, que trata sobre un asesino que mató a muchísimas personas en Australia. Son dos funciones con la misma escenografía. Una la va a dirigir Miguel del Arco y otra, David Serrano. Aún no se sabe si se van a poder ver las dos seguidas. Aun así es guay porque nos vamos a ir de gira los dos elencos. El primero, que es el mío, estamos Raúl Prieto, Martiño Rivas, José Manuel Poga, Fran Cantos y María Hervás. Y el siguiente es Adrián Lastra, Joaquín Climent y Javier Godino. Es interesante porque podremos investigar cómo una misma escenografía, que es de Alessi Meloni,  puede jugar en dos obras completamente diferentes, aunque ambas sean interrogatorios.

También te veremos en Quién te cantará, la última película de Carlos Vermut que es uno de los directores españoles con mayor proyección.

Estoy muy contento aunque sea muy poquito lo que salgo. No hay apenas personajes masculinos solo estamos Julián Villagrán y yo. Mola mucho currar en el universo Vermut y formar parte de una de las películas del año, solo falta que también la respalde el público. Hay directores como Rodrigo Sorogoyen, Carlos Vermut, Jota Linares, Eduardo Casanovas…  que están creando algo muy difícil y nos demuestran que no todo está inventado. Están creando un sello propio que con solo ver un fotogramas sabes quién lo dirige.

Has comentado que tu carrera como actor ha tenido momentos muy complicados. ¿Cómo la definirías desde tu primer protagonista como Pablo Picasso en La banda Picasso hasta ahora?

Depende mucho de cuándo te lleguen los papeles y en el momento en el que estés. Picasso fue mi primer protagonista con Fernando Colomo, que es una eminencia. Reconozco que en ese momento pensé que mi carrera estaba resulta y luego fue un chasco.  Lo peor no fue eso, que forma parte del mundillo en el que estamos y es lo que hemos firmado. El problema es que me lo creí. No hay que tener expectativas, únicamente hacer los personajes y olvidar.

Tampoco puedes ir con una actitud negativa porque igual eso también  te condiciona.

No es negativo. Trabajo con mogollón de ilusión cuando me dan la oportunidad y me dejo el hígado, imagino que como todos los actores. Es verdad que estoy en el punto que no tengo que demostrar nada a nadie. Me ha costado lo mío, pero estoy muy tranquilo. Ahora, espero que me salga trabajo, pero no es una ansiedad como la que tenía antes. Cuando me viene la oportunidad la disfruto mucho más e intento aprovecharla a muerte. No te voy a mentir, a veces es duro pero hay muchas cosas que lo son.

¿Cuál es la actitud entonces?

Muchas veces esperar la llamada no sirve, hay que buscarlo. “Que la inspiración me pille trabajando”, como decía Picasso. Entonces, dentro de mis capacidades o de lo que pueda hacer, intento producir teatro o gestionar mi propio trabajo. No esperar nada de nadie. Es importante también volver al punto de partida y plantearte por qué empezaste a hacer esto.  En mi caso, empecé porque tenía una necesidad de contar algo. Cuando comencé todo era nuevo y quieres unirte a tus compañeros y crear. Actualmente se tiende a la individualidad y que cada uno se saque las castañas del fuego. Creo que esto hay que pararlo y no olvidarnos de por qué hacemos esto y de que no todo se reduce a audiencia, dinero y alfombras rojas.

Pero es un negocio al fin y al cabo, ¿no?

Pero hay otras cosas, desde la verdad, que también dan dinero. Por ejemplo,  de repente sale una serie como El día de mañana  en Movistar + que es un elenco que no conoce casi nadie y ves una gran serie, con buenísimos actores que cuentan perfectamente una historia. Eso es ir a favor del arte. A veces falta verdad, cohesión… Es cierto, es un negocio y hay que ganar dinero pero no es la razón de esta profesión.

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