Con zapatillas blancas, vaqueros y una camiseta en la que se lee Bach entra en el auditorio de San Lorenzo de El Escorial el hombre que ha llevado la música clásica a la primera fila. El hombre que se ha desnudado en cuerpo y alma, que ha desgranado su vida, los abusos sexuales recibidos y sus consecuencias, se muestra tal y como es a un público que le aclama en la grada.
Entre sus primeras palabras confiesa que El Escorial es un poco pijo para él, y esto hace aplaudir hasta la saciedad al auditorio. Un público que agradece y admira la capacidad de enfrentarse cara a cara y decir lo que se piensa. A lo largo de la hora y media de concierto, se suceden obras de Chopin, Rachmaninov, Gluck y la mítica «Orfeo y Eurídice».
Por sus dedos se deslizan las notas que parece acariciarlas, lleva el auditorio al extasis, a la emoción y a la alegria. Nos regala música pero también conversación. Conocemos las obras, nos adentra en el mundo del músico que la compuso, comprendemos a cada nota y lo hacemos con una sonrisa porque sus explicaciones vienen llenas de juegos, de curiosidades de bromas. Desde que entra en escena se siente la mágia de James Rhodes, un hombre que habla mirando casi siempre el suelo, que se abraza a si mismo porque tiene miedo. Le da pánico subirse a un escenario y hacer lo que tan bien hace. Tiene miedos a consecuencia de su pasado lleno de abusos, pero todos sabemos que en realidad es muy valiente. Un mago del piano que además lucha contra las injuticias, que cuenta su historia para ser un ejemplo de superación.
Ha desnudado su alma y se ha entregado a la música y gracias a ello muchos hemos podido volver a creer y sentir con ella.
Imagen de lasexta.com