Se trata de la segunda exposición de la programación de 2018 en la Sala Film & Video (Sala 103), un espacio que el Museo Guggenheim Bilbao dedica a obras clave del videoarte, la videoinstalación y la imagen en movimiento como lenguaje artístico.
La obra de Javier Téllez se articula en torno a dos ejes: por un lado, plantea una reflexión constante sobre la historia de la imagen en movimiento, sus iconos, protocolos sociales y formas de relación específicas; por otro lado, involucra sistemáticamente en su producción a grupos y comunidades excluidas de la normalidad política y cultural, como pacientes psiquiátricos, discapacitados y refugiados. Este último es el caso de los protagonistas de las dos obras que se presentan en la Sala Film & Video, creadas por Téllez en 2014 para la Kunsthaus de Zurich.
La primera de las piezas, Bourbaki Panorama, es un film mudo de 35 mm que muestra un grupo de refugiados girando en círculo en torno a una de las pinturas panorámicas más importantes de la historia europea, de la que toma su nombre. Esta obra panorámica de 1881, que se expone permanentemente en la ciudad de Lucerna, cuenta con el éxodo alpino de 87 soldados franceses en busca de asilo tras su derrota contra las tropas prusianas, un acontecimiento considerado como el hito inaugural de la proverbial neutralidad suiza, así como de su vocación de país de asilo. La película de Téllez toma como escenario esta obra donde en este espacio, un grupo de personas, a la vez protagonistas y figurantes de la obra, se mueven en círculo, como atrapados en el bucle de la historia. Todos ellos son refugiados. Uno de ellos acarrea una escultura en bronce: La mano (1947) de Alberto Giacometti, una obra que el artista suizo realizó en la posguerra como evocación de la visión terrible de un brazo amputado por una explosión.
El dispositivo de proyección de 35 mm usado para este film replica, con el movimiento constante de la cinta en el enorme proyector, el movimiento circular de los personajes en torno al mural, a la vez que su ruidoso funcionamiento tiene para el artista resonancias bélicas.
La segunda obra, Teatro de las sombras, es una película muda rodada en blanco y negro e igualmente proyectada en 35 mm, y cuenta también con la colaboración de un grupo de refugiados. En calidad de actores y guionistas, estas personas cuentan por medio de fábulas y de breves escenas su duro itinerario vital, utilizando solamente sus manos y sus cuerpos, a través de los cuales se abre camino la narración. Cada uno de sus relatos nos remite a los arquetipos del exilio: destrucción, opresión, censura, miseria y muerte.
Al igual que en la obra anterior, vuelve a irrumpir La mano de Giacometti, aunque esta vez es la versión original en yeso. Convertida en sombra negra al proyectarse en la pared, la escultura, sirve como narrador al mismo tiempo que altera la abstracción del teatro tradicional de sombras.