Hace 30 años despediamos a uno de los artistas más reconocidos a nivel mundial. Andy Warhol, con su peluca, su mirada enigmática y su cutis mal perfilado, fue un visionario que se codeó e influyó en grandes artistas e intelectuales de la época. Procedente de una familia católica de emigrantes eslovacos, fue el padre del movimiento artístico Pop Art, la magia de retratar la vida y el consumo. Lo que tocaba lo convertía en arte, así productos como botellas de Coca- Cola, y latas de sopa Campbells se convirtieron en iconos después de reflejarlos en sus obras. Las figuras más icónicas también se rindieron a la magia del artista. Por sus manos pasaron Elvis Presley, Liz Taylor y Marilyn Monroe entre otros. Todos desfilaron antes sus penetrantes ojos, y los inmortalizó en obras que hoy son conocidas por todos.
No solo fue un gran pintor sino también un cineasta avanzado, sobre todo en los años 60. Hizo películas como Sleep en la vemos a John Giornio dormir durante seis horas, o Empire en la que contemplamos el Empire State Building durante ocho horas. De las películas tediosas también pasamos a las breves como Eat, en la que durante 45 minutos un hombre come una seta. Un artista nada convencional que nos deja maravillados con sus obras. Así una de sus películas más conocidas, por innovadora, fue Chelsea Girls. Esta se mostraba con dos proyectores de forma paralela, cada película con su propia historia, en torno al mundo de las chicas y travestis.
Warhol también tuvo su momento de éxito como jefe de la factory neoyorquina, y fue el creador de la revista Interview, publicación aún viva en nuestros días.
Vivía en la vida bohemia, fue transgresor en su época y marcó un camino artístico alabado hasta nuestros días. Hace 30 años nos dejaba en Nueva York debido a una arritmia tras una operación de vesícula. A su paso nos ha legado una manera de ver la vida, y el arte. Su peluca platino, su andar y sus mejores obras siguen caminando con nosotros. Andy Warhol es de los que dice adiós, pero por suerte, nunca acaban de irse.