Vi herido el sol en tus ojos
en cada parpadeo la lluvia de cenizas.
Hay que saber darle paso a la nostalgia,
antes que cada puerta herida
tenga su razón y consuelo.
El mío es la vigilia.
Cada espejo roto es una mañana sin fecha,
cada movimiento un pasado
y es la sombra con su dominio discreto
la que desvanece mis pasos
sobre el suelo que piso y sigo pisando.
Mi voz no es más que húmedo aíre.
En la ventana solitaria,
el verbo ceniciento
no me hace parte de mis propias palabras
y en la espera soy vacío silencio.
Cada vez que vuelve sin ti la noche,
de su oscuro vaivén en el tiempo
sólo pido que hagan de mí mis recuerdos
un eterno sueño sin rumbo ni destino.
Madrid, lunes 2 de abril, 2018.