Desde Baeza, ciudad declarada Patrimonio Mundial en 2003, ubicada en el centro de la provincia de Jaén y puerta de entrada a Andalucía, podemos divisar uno de los paisajes más singulares de dicha comunidad. Su ubicación también nos deja intuir su belleza incluso desde lejos, a través de su monumental silueta, perfectamente coronada por la torre de la Catedral.
Descubrir sus rincones nos permite dejar volar la imaginación hasta uno de los enclaves renacentistas más importantes de España, enriquecido por las huellas de la historia. Pasear por Baeza es descubrir a cada paso su magnífico conjunto monumental, tanto sus edificios religiosos como civiles, sus espléndidos palacios o sus antiguas casas solariegas.
Inmersa en un mar de olivos, como bien escribió el poeta Machado, Baeza se alza majestuosa dejando atrás un camino serpenteante que hace al viajero desear llegar cuanto antes. Muy cercana al Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, Baeza entera es un espléndido conjunto monumental de calles silenciosas y piedras doradas, donde el Arte y la Historia han dejado las más bellas muestras.
Las suaves pendientes que coronan la colina sobre la que descansa, pobladas de cereal y olivo, son a su vez testigos del devenir de la vida junto al Guadalquivir. Poner un pie en ella y rendirse a sus encantos supone trasladarse en el tiempo varios siglos atrás y revivir la huella de artistas y literatos a los que dejó maravillados.
De remotos orígenes, todas las culturas han dejado su huella en Baeza: íberos, romanos, visigodos y musulmanes. Bajo el río romano Biatia alcanza la categoría de ciudad, estando dirigida por un iudex, para convertirse a finales del siglo VII, con el dominio visigodo, en sede episcopal.
Durante el período musulmán fue capital de un extenso distrito que llegaba desde el Guadalquivir hasta Sierra Morena, siendo la ciudad más importante de la circunscripción de Jaén, después de su capital y centro de una intensa actividad comercial que se desarrollaba en sus numerosos zocos y bazares.
Objeto de disputas territoriales, Baeza juega un importante papel en toda la reconquista de Al-Andalus, pero sin duda, el esplendor de Baeza no podría explicarse sin detenerse en su época dorada, los siglos XVI y XVII. Su evolución sociopolítica, industrial y cultural se materializa en las estancias en la ciudad de notables místicos como San Juan de la Cruz o San Juan de Ávila, así como la creación de la Universidad baezana y la mayoría de sus monumentos civiles y religiosos.
Una ciudad poderosa e importante como fue Baeza, con una historia tan densa, necesariamente ha de ofrecer numerosos testimonios de su pasado. Más allá de la belleza arquitectónica de sus edificios públicos y administrativos, destaca la majestuosidad y la dignidad con la que fueron construidos, independientemente del fin al que fueran destinados. Sorprende la nobleza de su Cárcel y Casa de Justicia, de su Carnicería, de su Alhóndiga y Pósito.
Aunque Baeza es una ciudad básicamente renacentista, alberga una amplia gama de estilos arquitectónicos: la iglesia de Santa Cruz, de un románico tardío o protogótico, conserva, casi totalmente, su primitiva fábrica. Enfrente de ella se encuentra el Palacio de Jabalquinto, una bella muestra de la arquitectura civil del gótico isabelino que alberga en su interior un airoso patio renacentista con columnas de mármol, y la monumental escalera de abundante decoración, ya netamente barroca.
Baeza es una ciudad de encuentros. El viajero se reencuentra con el pasado cuando pisa sus calles, rebosantes de presente. La mejor forma de vivirla es dar la mano a la calma, respirar profundo y sentarse en una de sus plazas en silencio, sólo en compañía del canto de los pájaros y disfrutar cualquiera de sus platos tradicionales mientras se admira su inabarcable belleza. Sólo así, quizá, se produzca el encuentro con uno mismo.