Sicilia, cruce de caminos y disputa entre civilizaciones que dejaron en ella su impronta, para suerte presente. Una isla con personalidad propia compuesta por una paleta infinita de colores y marcada irremediablemente por la cultura grecolatina. No deberías visitarla; corres el riesgo de que te atrape. Aquí van 10 razones para no hacerlo:
1 Valle de los Templos de Agrigento. El sur de la isla se reserva siete maravillas dóricas que comenzaron a construirse en la antigua Akragas, en el siglo VI a.c., y son testimonio tangible del esplendor griego del momento. Entre los siete templos destacan el dedicado a Juno y a Zeus, pero el de la Concordia, el mejor conservado, es simplemente delicioso (sin desmerecer a los anteriores). Una joya arquitectónica que bien podría hacerle sombra al Partenón de Atenas.
2 Catania. Igualmente de origen griego, la segunda ciudad más importante de Sicilia conserva rasgos arrolladores que materializan el sinfín de culturas que han pasado por ella: romanos, bizantinos, árabes, normandos, españoles… Al abrigo y castigo del Etna, cuenta con monumentos de obligada visita como el Duomo y su plaza, la emblemática Fuente del Elefante, símbolo de la ciudad, sus mercados y teatros –con especial atención al anfiteatro romano-, sus numerosas iglesias o el castillo Ursino. No puedes irte sin probar la pasta alla norma ni tampoco sin sentarte en cualquier placita a comer un panini de carne de caballo, deliciosa y típica de la ciudad.
3 Cefalú. Como si de un cuento se tratase, este pueblecito bañado por el mar Tirreno tiene la capacidad de detener el tiempo y regalar una de las estampas más embriagadoras al contemplar el atardecer desde sus playas. Unido estrechamente a la civilización Normanda por los importantes vestigios que conserva, -especialmente el Duomo-, es uno de los puntos más visitados de la geografía siciliana. Para exprimir sus bondades, lo mejor es perderse por sus callejuelas, llegar hasta su lavadero medieval, admirar su casco histórico, lleno de palacios y templos barrocos, y respirar su perfume mediterráneo.
4 El Etna. Señorial, altivo y aún activo, el volcán más grande del viejo continente se alza entre las provincias de Catania y Mesina para dominar estratégicamente la zona. Con más de 3.300 metros de altitud, supone uno de los contrastes de la isla, especialmente cuando la nieve de sus laderas, tan próxima a la costa, convive con el clima soleado. Para visitarlo es recomendable ceñirse a las rutas guiadas disponibles, ya que el riesgo que conlleva subir por libre es tan grande como su belleza.
5 Siracusa. …o un museo arqueológico al aire libre. Entre su patrimonio destaca su anfiteatro romano, una impresionante construcción que ha llegado a nuestros días en un gran estado de conservación. Destaca la iglesia de Santa Madonna de las Lágrimas, una edificación un tanto estrambótica, que equilibran otras como su catedral, la iglesia de Santa Lucía alla Badia y el interior del Museo Arqueológico regional. Imprescindibles también la gruta Dei Cordari, las catacumbas de San Giovanni y la Oreja de Dionisio.
6 Taormina. Ante la atenta mirada del Etna, Taormina surge esplendorosa para deleitar al viajero que la visita. No es para menos: su teatro griego es un auténtico placer para los sentidos al contemplar la bahía de Naxos desde su graderío. Sus callejuelas, llenas de colorido, están salpicadas por vestigios de la huella normanda, palacios señoriales, plazas, iglesias, restaurantes o tiendas de regalos y productos típicos. No resulta extraño que sea uno de los platos fuertes del turismo en Sicilia. A pesar de estar tan masificado, un recorrido por la isla no estaría completo sin dejarse caer por ella y disfrutar de un buen café en cualquiera de sus rincones.
7 Palermo. Una ciudad especial. Así es la capital de Sicilia, y así hay que disfrutarla. Palermo destila cierta tristeza y anhelo de gloria pasada, una sensación que se atisba en sus calles y edificios, incluso en su gente. Aun con todo, se trata de un conjunto valiente, con gran cantidad de patrimonio fruto del paso de múltiples y diversas culturas entre el que destacan el palacio de los Normandos, villa Bonnano, las catacumbas de los Capuchinos, sus teatros Massimo y Politeama, el Museo internacional de Marionetas y el Museo Arqueológico, la iglesia de Santa Caterina, la Plaza Pretoria, o Quattro Canti, entre muchos otros monumentos.
8 Noto. Todo un paraíso del barroco siciliano. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, cuenta con un conjunto artístico digno de venerar de la mano de sus preciosos palacios, conventos, amplias plazas, escalinatas y fuentes, todo ello aderezado con desniveles que subrayan su belleza. Noto también presume de elaborar uno de los mejores helados de la isla, un tándem perfecto junto a su arte.
9 Erice. Controlando las salinas de Trapani, en la provincia homónima, este pueblecito de aire medieval supone el testimonio más fehaciente de la época en la isla. Pese a que también se encuentran influencias grecorromanas, normandas y árabes en sus construcciones, Erice destila medievo en sus murallas, en cada una de sus estrechas callejuelas, castillos, iglesias y plazas. Prueba de ello son parte de sus imprescindibles: piazza Umberto, piazza San Domenico, el duomo, la iglesia de Santa Maria Della Asunta, la de San Salvador o el castillo di Venere.
10. Si te dejas caer por Sicilia, no querrás volver. Su aire nostálgico, romántico tal vez, su esencia mediterránea, sus colores vivos y la eterna sonrisa de sus gentes te atraparán. Las vistas desde cualquiera de sus miradores se esculpirán en tu retina emulando cualquiera de sus emblemáticas y antiguas construcciones. Son muchas más las razones para viajar hasta ella: Monreale, Segesta, Castelmola, Caltagirone, Trapani, Mesina, Caltanisetta, Corleone, las Islas Eolias, Enna… la más importante, la emoción de vivirla paso a paso.