La bahía de Ussuri, en Rusia, era un vertedero de la era soviética lleno de botellas de vidrio y porcelana. Una enorme cantidad de basura que gracias al indescriptible poder de la madre naturaleza se ha convertido en piedras bellas y coloridas. La bahía, cerca de Vladivostok, cuenta con una de las playas más hermosas del mundo.
La nieve y las olas del Pacífico norte han lavado y pulido todas esas botellas desechadas hasta convertirlas en piedrecitas cristalinas y coloridas que han dejado un paisaje de ensueño. Una zona catastrófica ha pasado a ser una zona con gran afluencia turística, una zona que todo el mundo quiere visitar.
Hace años, la bahía era considerada un lugar muy peligroso. Camiones de residuos y marineros arrojaban allí miles de botellas de vino, cerveza y vodka, bebidas muy consumidas en aquella zona para poder calentarse ante tanto frío.
Ahora, se le ha dotado el nombre de Playa de Cristal y la han declarado zona especialmente protegida. De hecho, los visitantes pagan una pequeña cuota para poder acceder y se les pide que sean lo más cuidadosos posible para evitar contaminar el lugar.
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Esta bahía se ha convertido en un lugar popular entre los turistas que visitan la zona. Recorren los acantilados y se adentran en el mar buscando formas y colores preciosos. Se sorprenden por el resplandor de la orilla, el agua limpia y las espectaculares vistas. Algunos aseguran que parece haber millones de velas encendidas debajo del Pacífico.
Una vez más, la naturaleza nos da una lección. Al ser el vidrio un material inerte, la naturaleza es capaz de “reciclarlo” sin causar demasiados daños al entorno. Los seres humanos erramos y la naturaleza se encarga de corregir nuestros errores para convertirlos en grandes creaciones.