Desde hace meses, los medios de comunicación de regiones tan dispares como América Latina y Rusia dedican su atención a la leyenda de Kushtaka, un legendario homínido gigante del Ártico, familiar del Yeti asiático y del Big Foot norteamericano, al que las tribus indígenas Tlingit y Tsimshian de Alaska llaman “hombre nutria”.
Periódicos tan serios y prestigiosos como El Universal o Zócalo, en México, o la agencia oficial rusa Sputnik, dependiente del Gobierno de Putin, se han ocupado del caso.
Se supone que Kushtaka habita en el Triángulo de Alaska, cuyos vértices son Barrow, Anchorage y Juneau. Una zona como el Triángulo de Las Bermudas, pero más inquietante porque en ella desaparecen con frecuencia más embarcaciones en medio del mar, más aviones en pleno vuelo y cientos de viajeros en transporte terrestre cada año, sin dejar ningún rastro. Y, sin embargo, pocos conocen su existencia, entre otras cosas porque en Alaska no hace ninguna gracia que se sepa.
Se cree que esta extraordinaria criatura, Kushtaka, llegó a América desde Asia, donde la tradición sitúa al Yeti, en Nepal. Todo apunta a que el Yeti siguió los pasos de los primeros exploradores magiares y nepalíes y, como ellos, cruzó el Estrecho de Bering en la última glaciación.
Tengamos en cuenta que durante la glaciación el Estrecho de Bering era una inmensa plataforma de hielo de extraordinario espesor, que unía el continente europeo con el americano cerca del Polo Norte y que podía ser atravesada a pie. Se podía atavesar, sí, pero soportando temperaturas inferiores a los 70 grados bajo cero, lo cual no hacía de esta travesía un paseo de placer.
Así llegaron a la parte Occidental del Ártico, lo que hoy es Alaska. los primeros antepasados de los pueblos nativos americanos y algunas especies animales. Obsérvese que, aún hoy, numerosos pueblos indígenas del Norte de americano conservan rasgos físicos que se asemejan a los magiares y otros pueblos asiáticos.
Y así llegaron también algunos ejemplares del Yeti, que se asentaron en la parte más al Norte de Alaska, teniendo como descendencia a lo que hoy se conoce en algunas zonas de Alaska como el Kushtaka. El Kushtaka se acostumbró a alimentarse a base del abundante pescado que habitaba la región, a falta de vegetales y de otros animales, a causa del hielo y de las bajas temperaturas. De ahí que los primeros indígenas de Alaska le denominaran “el Hombre Nutria”.
Con el tiempo, algunos ejemplares del Kushtaka siguieron su instinto explorador y aventurero en busca, probablemente, de otro clima más cálido que les permitiera encontrar otro tipoi de alimentos, como vegetales y animales a los que poder dar caza. Estos Kushtaka aventureros y exploradores bajaron hacia el Sur, en busca de un clima más cálido, y llegaron a las tierras que hoy forman parte de los estados de California y Oregón. Pero también se dirigieron hacia el Este. Hay testimonios de avistamientos de Kushtaka (originariamente, “Hombre Nutria” de Alaska) en Arkansas y en la Costa Este de USA, en Florida, Luisiana, y Carolina del Norte, donde fue rebautizado con el nombre de Big Foot: Pies Grandes.
Las instituciones que han investigado estas extrañas criaturas, incluyendo a la oficialísima NSA, o Agencia Nacional de Inteligencia, dicen que no hay evidencias claras de su existencia. Sin embargo, hay testigos que afirman lo contrario. Entre ellos, agentes de policía y sheriffs que vigilan estas regiones y aseguran haberlos visto personalmente.
En 1967, dos realizadores de cine, Roger Patterson y Bob Gimlin, lograron grabar por unos instantes a un Big Foot, al Norte de California. La película era de celuloide, porque aún faltaban dieciséis años para la aparición del primer vídeo digital. Por tanto, era técnicamente imposible trucar las imágenes, que han sido estudiadas por especialistas de todo el mundo.
Después de cincuenta y cuatro años de minuciosos análisis, nadie en ninguna parte del mundo ha podido arrojar dudas sobre la autenticidad de las imágenes filmadas.
Hay otros testimonios de la existencia del Big Foot, o Pies Grandes, en otras regiones del mundo, como el Yowie en Australia y el Kunk en los Andes.
Ahora es el turno de Kushtaka, quien ya protagonizó artículos en la prensa estadounidense y en la internacional, desde el rotativo francés Le Matin hasta el hindú The Indian Express, cuando en 2013 el actor neoyorkino Charlie Sheen se dedicó a sobrevolar Alaska para buscar y capturar a esta criatura.
Otros enigmas
Kushtaka no es la única criatura extraña en Alaska con analogías en otros puntos del planeta. En el Lago Iliamna, el más grande del estado, habita supuestamente un esturión blanco de diez metros que da nombre al lago, al estilo de Nessy, el monstruo del Lago Ness en Escocia; de Ogopogo en el Lago Okanagan de Canadá; o de Nahuelito, del Lago Nahuel Huapi en Argentina.
Cada cultura tiene sus propias leyendas, algunas ligadas a animales, como el Cadejo, un perro endemoniado que siembra el terror en Centroamérica, y otras que están asociadas a seres sobrenaturales. De estos últimos, el más internacional es La Llorona, el fantasma de una mujer condenada a llorar su culpa por la pérdida de sus hijos.
Desde México hasta Chile, la leyenda cuenta distintas historias: que La Llorona los mató para vengarse de los malos tratos e infidelidades de su marido y ahora induce a otras madres a que asesinen a los suyos y la releven de su eterna penitencia, o que fue una madre irresponsable que dejó a su bebé durmiendo junto a un río para irse a bailar, y al volver descubrió que el río había crecido y se había llevado al niño.
En Venezuela y Colombia se cuenta la historia del Silbón, un muchacho condenado a vagar con un saco lleno de los huesos de su padre, al que mató. Hay dos versiones: que lo asesinó al enterarse de que se había acostado con su mujer y que lo mató porque el padre no pudo cazar un venado que el chico quería comer. El Silbón emite un silbido que si se escucha cercano no hay peligro, porque el Silbón está lejos, pero si se escucha a lo lejos es que está cerca y puede matar a quien lo está oyendo.
¿Quién no ha escuchado alguna vez un silbido lejano? Por si acaso, ándense con cuidado.