Ni fronteras cerradas, ni confinamiento, ni pandemia que pare a los narcos, en su afán de mantener ese negocio libre de impuestos, que tan buena vida les da, mientras les dura.

La verdad es que, estas cosas, en días de confinamiento, chocan un poco; aunque, este caso, choca por el número de protagonistas, la situación de los mismos y la realidad que acontece.

Cuando te dicen que hay 1.500 cuentas en redes destinadas a difundir bulos, sabes que el Covid-19 es otra enfermedad añadida, con la peculiaridad de que, o la superas, o te supera.

Mis visitas a este diario son tan irregulares como la curva del coronavirus; nada que ver con la masa densa de información de la pandemia con la que desayunamos, comemos y cenamos.

Las fuerzas del orden saben que los robos van a aumentar sobre las empresas y negocios de primera necesidad, porque el confinamiento hace saltar las economías por los aires.

Algunos envíos han quedado descolgados, a la deriva y abandonados ante el estado de Alarma y el confinamiento decretado el 14 de marzo; los narcos suman pérdidas en el negocio.

La víctima falleció como consecuencia de numerosos cortes en la cabeza y cuello, compatibles con un hacha. El cuerpo estaba desnudo, en la bañera de la vivienda que compartían.

¿Hasta dónde hay que aguantar?, ¿hasta cuándo la permisibilidad es sana?, ¿por qué se miente y se divulga, contra el honor de los vecinos? Tal vez, porque todo vale y sale gratis.

También hay tres encubridores arrestados, por los hechos ocurridos en la tarde del 16 de febrero, cuando un chaval de 29 años, fue muerto a puñaladas dentro de una casa okupa.

Restringida la entrada aérea, los movimientos en automóviles y el trapicheo en las calles, el narco se las ingenia para seguir adelante con su negocio libre de impuestos, caiga quien caiga.