Seguro que te suena el término ‘obsolescencia programada’, un término que se emplea desde hace muchos años y que viene a ser la teoría de que las marcas dotan de una vida útil a sus aparatos pensando en que en X tiempo tendrás que comprarte otro ya que el primero ya no funcionará como debería porque así está previsto y no porque no hayan creado un producto duradero.
Esta obsolescencia programada es palpable en muchos aparatos de nuestro entorno, pero en los últimos años se ha hecho más destacable en los dispositivos electrónicos, especialmente en los smartphones.
En la actualidad, el tiempo de vida de un smartphone se estipula que está entorno a los 2-3 años. La marca, por ley, te ofrece una garantía de 2 años (al menos en Europa) y esos dos años son los que normalmente te suele ofrecer soporte de actualizaciones de software, aunque en Android es difícil que eso se cumpla. Al tercer año, un dispositivo móvil acaba siendo una tortura para el que lo usa y acaba teniendo una experiencia desastrosa.
En este sentido, hay que recordar que las marcas viven de que tú les compres sus productos, no de que te los quedes en tu bolsillo y no les vuelvas a comprar. Es por ello por lo que normalmente sacan un dispositivo al año e intentan vender el hecho de que es mejor que el que tú tienes y hay que cambiarlo.
El problema viene cuando una marca se vanagloria de que mantiene actualizados sus dispositivos y en perfecto funcionamiento y luego se descubre que es posible que esté haciendo lo mismo que el resto, estropeando tu dispositivo para que te compres el nuevo.
Este es el caso de un estudio de la Universidad de Harvard en el que una estudiante ha demostrado que cada vez que Apple saca al mercado un nuevo iPhone, las búsquedas en Google sobre iPhones que van mal sin motivo aparente aumentan de forma considerable, concluyendo en el hecho de que Apple es posible que esté ralentizando y estropeando sus dispositivos cada vez que saca uno nuevo.
¿Pero es cierto esto? En parte lo es y en parte no lo es. La parte cierta del estudio es el hecho de que cada vez que presenta un nuevo iPhone, los iPhones anteriores ven su rendimiento disminuido por una actualización. Y aquí viene la parte que no tiene en cuenta el estudio, y es que esas actualizaciones normalmente implican una versión del sistema operativo mejorada con mayor funcionalidad y, por tanto, más pesadas y que implican mayor potencia. Esto hace que cuanto más antiguo sea tu dispositivo peor te vaya por no tener tanta potencia como para mover el sistema operativo como antes.
A esto hay que añadirle el efecto psicológico de ver los nuevos dispositivos en funcionamiento con respecto al tuyo. Y es que las comparaciones son odiosas y a nadie nos gusta ver que lo que tenemos tras tanto esfuerzo ha sido superado y hay cosas mejores.
Es por ello por lo que es recomendable empezar a preocuparse menos por las especificaciones y más por la política de actualizaciones de las empresas y de la calidad de las mismas. Empresas como Google, Xiaomi o la propia Apple son las que normalmente mejor se portan con sus dispositivos y si estás en el terreno de Android, es importante no descartar la instalación de roms personalizadas de Lineage o Paranoid y adquirir terminales compatibles con ellas para que nuestros dispositivos se mantengan ‘jóvenes’ a lo largo de su vida.