Un muerto, un herido, el autor intelectual y dos sicarios

Policías nacionales cierran la investigación del crimen, ocurrido entre Marbella y Mijas, con el arresto y encarcelamiento en Rumanía, de los que cobraron por matar a tiros al objetivo.
Edurne García Ordóñez
España
06.03.2020
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Era una tarde tranquila de 15 de noviembre, en la urbanización Andasol, cerca de las costas del Mediterráneo que están entre Marbella y Mijas (Málaga), cuando dos sujetos, a bordo de un vehículo, cortan el paso al objetivo que va acompañado de otro hombre; disparan a bocajarro hasta ver a las dos víctimas en el suelo y presumir de que su encargo ha quedado satisfecho. En el asfalto yace un hombre, de 66 años, de nacionalidad marroquí y afincado en la Costa del Sol, junto a su acompañante, de 55 años. Avisados los equipos de emergencias médicas, en el lugar certifican la muerte de uno de ellos y la extrema gravedad del otro, que trasladan a las dependencias hospitalarias en estado crítico. Asistido durante semanas, logra salvar la vida, aunque las secuelas de los balazos le acompañarán siempre. Los agentes guardan silencio sobre el caso, que es el cuarto o quinto que se produce en la provincia malagueña, en pocas semanas y que no será el último. Ese 15 de noviembre comienza la operación Hemo.

El español y los rumanos

Peinada la zona del crimen, logran que, entre unos y otros, aporten datos sobre el vehículo en el que viajaban dos sujetos. Una vez identificado, siguen el hilo de su estancia en España, a la par que los antecedentes de las víctimas, con especial interés en los del fallecido. Estas pesquisas les llevan hasta un español de 54 años, residente en Málaga, del que saben lo suficiente como para aplicarle un seguimiento. El sospechoso, lejos de ponerles fácil el trabajo, vive prácticamente atrincherado en la vivienda, de la que apenas sale desde la tarde de autos. Mientras siguen sus movimientos, en paralelo, cercan a los otros dos huidos, de los que saben que se encuentran en su país: Rumanía. En enero, apresan al español sospechoso en su domicilio y le llevan ante el juez, quien decreta su ingreso en prisión provisional comunicada y sin fianza. La caza a los sicarios se intensifica, tras quedar imputado el primer detenido como autor intelectual del asesinato de Andasol, y la colaboración de la Policía rumana les lleva hasta dos hombres de 29 y 39 años, apresados y encarcelados en febrero pasado, acusados de ser los autores materiales de la muerte del marroquí y las lesiones de la segunda víctima.

Mafias, bandas y sicarios

Parece que los responsables policiales y políticos de las costas malagueñas, están acostumbrados a que, de tanto en tanto, tenga levantamiento de cadáver e investigación en curso, no todas las abiertas con el mismo resultado de resolución. La causa la atribuyen a la cantidad de mafias y bandas que se han asentado en esta latitudes mediterráneas, dedicadas al narcotráfico de hachís, cocaína y heroína, principalmente, con los sucedáneos que esta actividad conlleva de peleas entre rivales, lucha por el territorio y la supremacía en el mismo y, a la orden del día, ajustes de cuentas por impago y vuelcos (robos de droga entre ellos). Y como sicarios hay en todo el mundo, anunciados en la red sin pudor alguno, dan la impresión de que sus rencillas las dilucidan con un marcar el número de teléfono indicado y hacer el encargo. A la sazón: cargarse a quien creen que les ha levantado el alijo o es su enemigo. Total, las aceras aguantan toda la sangre que se les eche.

Más que un problema

La nacionalidad y movilidad de estos matones a sueldo es variopinta, de ahí la dificultad de pillarles; y su número tan creciente, como las necesidades de los narcos en mantener, consolidad y perpetuar su millonario negocio libre de impuestos, en el que todos ganan, menos los adictos a las sustancias. La cuestión es que, estas bandas mafiosas, destruyen el territorio donde se asientan con voracidad, sembrando la violencia con un reguero de acciones que desestabilizan a la sociedad legal, a la que convierten en víctimas expectantes y temerosas de sus asuntos internos y externos. Estos es más que un problema de seguridad ciudadana, es una lacra social, a la que se destinan, para paliarla, la mayor parte de los policías y sus recursos, costeados por todos los que viven dentro de la Ley. Mientras que los narcos llenan sus baúles de billetes, los ciudadanos asisten impotentes al desplome del valor de sus bienes, al descuartizamiento de sus recursos en el sector terciario y a la duda de saber si caerán ellos en el siguiente fuego cruzado. En este momento, da la impresión de que a más narcodelincuentes, más policías; a más policías, más violencia sangrienta con mejores medios y más candidatos a prestarse a matar.

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