Son viejos conocidos de la policía de Holanda, su país de origen, donde les han investigado en numerosas ocasiones y estaban considerados, algunos de ellos, como objetivos prioritarios por los investigadores de Países Bajos. Lo cierto es que esta banda decidió asentarse en la Costa del Sol, principalmente en Benalmádena (Málaga), para crear un entramado de empresas de transporte de frutas donde camuflar la cocaína.
Cocaína que importaban desde puertos latinoamericanos, en esta ocasión desde Costa Rica. Ellos han trazado la ruta Costa Rica-Portugal-Badajoz-Málaga y, desde ahí, a Holanda y otros países. Al puerto luso de Setúbal llegaban los barcos con la fruta, hasta 70 contenedores, para dar aspectos de solidez empresarial y dificultar que los inspectores de aduanas dieran con la coca, distribuida en unos sí y otros no.
En camiones, de Portugal a Badajoz, donde han consolidado una infraestructura que protegía sus intereses y evadía la ley con facilidad. El recorrido continuaba hasta distintas zonas de Málaga, donde tenía su sede central operativa y realizaban la exportación a Europa. Los cargamentos que han colado no son baladí; el negocio: trasportes, fruta, cocaína y prestación de sus instalaciones, vías de entrada y contactos a otras bandas de confianza, les han proporcionado beneficios millonarios.
Tras ellos iban la agencia de seguridad norteamericana Homeland Security Investigations, la Unidad Nacional de Combate contra el Tráfico de Estupefacientes de Portugal, y la Policía Nacional y Guardia Civil española, en una operación en la que decenas de agentes han invertido casi un año de trabajo. El resultado: 6.300 kilos de cocaína, 16 detenidos: 15 en Málaga y 1 en Badajoz; alrededor de 300 euros, 4 armas de fuego y munición, y vehículos de alta gama, junto con documentación pendiente de análisis.
En España, judicialmente, estas actuaciones están coordinadas por el Juzgado Central de Instrucción nº 5 y la Fiscalía Especial Antidroga de la Audiencia Nacional.