¿Qué es eso que hay ahí? Se preguntó el empresario al abrir el contenedor. Un montón de paquetes, envueltos en plástico, que no correspondían a la carga importada. De inmediato, llamada a Guardia Civil de Valencia y presencia en el lugar de los hechos, junto a funcionarios de la Agencia Tributaria. Total: 370 kilos de cocaína, que alguien había camuflado, con la intención de que otros lo sacaran, en el Puerto de Valencia y, de ahí, a la distribución. Los que metieron la coca no habían previsto el estado de Alarma, decretado el 14 de marzo, la pandemia que nos acucia, ni la dificultad que tienen los compichados, para ‘rescatar’ la mercancía y ponerla en el circuito informal.
La heroína de El Turco
Hace unos días concluyó otra investigación, ésta de policías nacionales, con el arresto de 4 sospechosos de narcotráfico, incluido el cabecilla, conocido como El Turco, que han pasado a disposición judicial, junto con unas amplias diligencias que incluyen un alijo de 27 kilos de heroína, incautados en la furgoneta con la que pretendían viajar desde Marbella a Galicia. El Turco, afincado en el municipio marbellí, es considerado por los inspectores uno de los más activos distribuidores de narcóticos, con preferencia por la especialidad de su país de origen. A este sujeto le han seguido la pista durante meses, hasta localizar esta última venta a los gallegos, gestada con furgonetas de alquiler y cita en el aparcamiento de un centro comercial. Cuando le engrilletaron, en su vivienda tenía 45 euros.
Menos delitos, máxima vigilancia
Si es cierto que el confinamiento de la ciudadanía, para evitar la infección por COVID-19, ha reducido el número de delitos; también lo es que el esfuerzo de los Cuerpos de Seguridad del Estado no se ha mermado, a pesar de asumir las nuevas funciones de control por la Alarma nacional. Con las calles semivacías, los agentes están ojo avizor a los ciberdelitos, perpetrados vía Internet, en todas sus variantes; y lo están sobre los ancianos que acuden a sacar dinero de los bancos, para tener liquidez en sus casas y hacer frente a las compras inmediatas de medicinas y víveres. La norma, para todos, es que ante cualquier indicio de sospecha, se llame a los teléfonos policiales y no se abra la puerta a nadie, si uno no tiene la seguridad absoluta de quién está detrás del umbral.